"Acojamos a Jesús en nuestra casa y en nuestro corazón" "La amistad, divino tesoro"

Jesús en casa de Marta y María. Tintoretto
Jesús en casa de Marta y María. Tintoretto

"Un día que Jesús viajaba con sus discípulos, decidió entrar en una aldea y se hospedó en casa de dos hermanas, Marta y María, y su hermano Lázaro"

"Allí podía descansar y compartir su vida. Era un hogar donde era acogido, atendido y escuchado. Y es que Marta, María y Lázaro eran sus amigos"

"Ante los amigos podemos mostrarnos tal como somos. Podemos confiar en ellos y contarles nuestras penas, hablarles de nuestras alegrías y esperanzas. Nos sostienen cuando el camino de la vida parece inseguro. Un buen amigo es medicina de vida"

"El verano puede ser un buen momento, como hizo Jesús, para dedicar más tiempo a los amigos o para cultivar nuevas amistades"

El evangelista Lucas, en el texto del Evangelio que hoy hemos proclamado en la Eucaristía, nos explica que un día que Jesús viajaba con sus discípulos, decidió entrar en una aldea y se hospedó en casa de dos hermanas, Marta y María

San Juan, en su Evangelio, nos da más detalles sobre esta familia. La aldea se llamaba Betania y en ella vivía también Lázaro, hermano de Marta y María. Nos dice san Juan que Jesús quería mucho a los tres hermanos. En aquel lugar se sentía como en casa. Allí podía descansar y compartir su vida. Era un hogar donde era acogido, atendido y escuchado. Y es que Marta, María y Lázaro eran sus amigos. 

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El verano puede ser un buen momento, como hizo Jesús, para dedicar más tiempo a los amigos o para cultivar nuevas amistades. Ante los amigos podemos mostrarnos tal como somos. Podemos confiar en ellos y contarles nuestras penas, hablarles de nuestras alegrías y esperanzas. Nos sostienen cuando el camino de la vida parece inseguro. Un buen amigo es medicina de vida (cf. Eclo 6,16).  

La amistad es un precioso don de Dios. Tal como leemos en el libro del Eclesiástico: «Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro» (Eclo 6,14). Ciertamente, la amistad tiene un valor incalculable. Cuidemos este tesoro. No dejemos que crezca la hierba en el camino que lleva a nuestros amigos. 

Nuestro mejor amigo es, sin duda, Jesús. Él, incansable, siempre nos está buscando. Él, paciente, está en la puerta de nuestra casa y espera a que le abramos para compartir con nosotros la ternura de Dios. Es un amigo que da la vida, que nunca se va y que siempre se hace el encontradizo. En el Evangelio Jesús nos dice: «a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15). 
Podemos encontrar a Jesús en nuestros hermanos, sobre todo en los más vulnerables, en la Eucaristía y en los demás sacramentos, y también en la oración. Es por ello por lo que Santa Teresa de Jesús dice acertadamente que la oración es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama (cf. Libro de la Vida 8,5). 

Queridos hermanos y hermanas, hagamos como Marta y María. Acojamos a Jesús en nuestra casa y en nuestro corazón, cultivemos la amistad con Dios y con todos aquellos con los que compartimos el camino de la vida.   

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