"El obispo es muy libre de querer ser la marioneta de Hazte Oír contra el gobierno" El funeral de Reig Plá y la división de la ultraderecha
"Es duro percibir que mientras hay países que en los momentos más duros deciden unirse, como Inglaterra o Portugal, hay otros para los que cualquier dificultad sirve de excusa para cavar trincheras"
"Hazte Oír ha convocado un macrofuneral por las víctimas del Covid-19 presidido por Reig Plá para el próximo domingo. Son bien conocidos los vínculos de Reig Plá con este tipo de grupos de ultraderecha, como deja en evidencia que él, junto con Abascal, fueran premiados por el grupo ultra en el 2012"
"¿Quiénes son las víctimas? Porque el virus no solo ha matado en España, sino que también mata en otros sitios, mata en China y mata en esos países de los que huyen los refugiados a los que Vox celebra que encierren en campos de concentración o que mueran en el Mediterráneo"
"¿Quiénes son las víctimas? Porque el virus no solo ha matado en España, sino que también mata en otros sitios, mata en China y mata en esos países de los que huyen los refugiados a los que Vox celebra que encierren en campos de concentración o que mueran en el Mediterráneo"
A pesar de la distancia de más de un océano que separan España de Honduras, aún cuando no podamos salir de casa ni mi compañero ni yo, gracias a la red no solo recibimos noticias desde España, sino también el clima de división que, similar al que invadía España en 2004, parece comenzar una suerte de rechazo al gobierno por parte de los simpatizantes de la derecha como el vicario episcopal de nuestra diócesis y párroco de Archena, que no ha dudado en usar la misa para hablar de "desgobierno" y decir que "no puede haber paz".
Es duro percibir que mientras hay países que en los momentos más duros deciden unirse, como Inglaterra o Portugal, hay otros para los que cualquier dificultad sirve de excusa para cavar trincheras. Todo parece una suerte de aplaudir todo lo que haga el gobierno o rechazarlo, cuando en lo más profundo de nuestro interior los creyentes sabemos que la perfección está en Dios, y el mal no lo encarna ninguna persona en su totalidad. No hay santos gobernando, pero tampoco diablos, y aunque es sana la crítica constructiva, poco se va a levantar un país si por encima de reconstruirse cuando pasa la pandemia está la crítica a quien no vota como nos gustaría.
Viene esto a razón de que resulta doloroso, quizás repugnante, ver cómo la ultraderecha ha encontrado en la muerte por esta pandemia una excusa para recriminar al gobierno las secuelas de una pandemia global. Como si el gobierno fuera responsable de algo que acontece en todo el planeta, como si cada persona que se contagia sufriera la enfermedad por voluntad expresa del actual gobierno, ha venido una suerte de utilización de los muertos, con la misma ausencia de humanidad con que en otro tiempo se culpó de los muertos en el 11-M al gobierno de Aznar, de los asesinados por ETA al gobierno socialista que logró que entregaran las armas, o de los muertos por terrorismo islámico a los inmigrantes que huyen de ser asesinados por ese mismo terrorismo.
En este ambiente de utilización hoy mi compañero me leía que Hazte Oír ha convocado un macrofuneral por las víctimas del Covid-19 presidido por Reig Plá para el próximo domingo. Son bien conocidos los vínculos de Reig Plá con este tipo de grupos de ultraderecha, como deja en evidencia que él, junto con Abascal, fueran premiados por el grupo ultra en el 2012. También es conocida la afición del prelado a mostrar poca sensibilidad hacia la concordia, y su búsqueda de un perfil combativo y ultra, reafirmándose en el ataque frontal a todo el que no comparte su moral ultra, como queda demostrado cada vez que TVE retransmite una misa suya.
Con todo, le comentaba a mi compañero cuando me leía la noticia, resulta necesario preguntarse sobre la oportunidad de tal misa. De entrada, celebrar una misa por las víctimas de este virus supone que no forman parte de esta plegaria las personas que fallezcan después del rezo, con lo que parece más un acto propagandístico que un gesto de cercanía con aquellas víctimas que hoy padecen el virus, tanto las que morirán como la gran mayoría que lo superará, y es que celebrar esta suerte de funeral parece ignorar que el virus seguirá matando después. Por otro lado, le decía al compañero, ¿quiénes son las víctimas? Porque el virus no solo ha matado en España, sino que también mata en otros sitios, mata en China y mata en esos países de los que huyen los refugiados a los que Vox celebra que encierren en campos de concentración o que mueran en el Mediterráneo. ¿Sabrá Reig Plá que entre las víctimas habrá nacionalistas vascos y catalanes, habrá franceses, habrá marroquíes y también habrá gente de izquierdas? y de saberlo ¿sabrá que mucha gente que ha perdido a tales familiares no quiere que sus muertos sean utilizados por un grupo de ultraderecha y un prelado que le sirve para tal fin? No sé si Reig Plá sabrá tanto, pues en ocasiones parece hasta ignorar lo que dice el papa Francisco, pero para hacer una misa global de intercesión universal, ni se requiere tanto bombo y publicidad, ni mucho menos tal carencia de oportunidad.
Dando vueltas a la cabeza a todo este asunto, iba y volvía por el pasillo mientras recordaba que la propia ordenación general del misal romano recomienda que se elijan "con moderación las Misas de difuntos: pues cualquier Misa se ofrece tanto por los vivos como por los difuntos y en la Plegaria Eucarística se tiene una memoria de los difuntos", con lo que tal elección de difuntos, partidista y circunstancial, poco parece respetar aquello. Al mismo tiempo recordaba que, según el propio derecho de la Iglesia, las oraciones por los difuntos solo pueden realizarse por fieles y catecúmenos, lo que excluye a las víctimas ateas, apóstatas, musulmanas, evangélicas, budistas y agnósticas, que probablemente tampoco querrían ser utilizadas en una campaña de la ultraderecha. Siendo así, bien podría pedir por el gobierno, para que acierte en la reconstrucción de la sociedad; bien podría pedir por esa sanidad que ciertos partidos privatizan y recortan, para que sus profesionales sean valoradas y reciban salarios justos y tengan dignidad laboral; bien podía pedir por los pobres que sufrirán las consecuencias de la pandemia, los de España y la inmensa mayoría extranjera, para que encuentren la ayuda que requieran; y, en fin, por dejarlo aquí, bien podía hacer una misa pidiendo que la iglesia recupere la generosidad que leemos en los hechos de los apóstoles, de compartir todo lo que se tiene y servir a los pobres.
Aun cuando el prelado se empeñe en ello, no será esta la oración por algunos difuntos que más controversia suscita. El prelado ya pasó a la fama cuando se dispuso a celebrar una misa en Paracuellos del Jarama teniendo detrás la bandera que impuso el franquismo en la guerra civil. Y es que las víctimas de Paracuellos fueron asesinadas sin juicio, como las de la Desbandá en la Carretera de Málaga, o las miles que murieron en Badajoz a manos del general Yagüe, y ninguna muerte de un inocente es justa, pero la simpatía por la ultraderecha no puede eclipsar el hecho de que Franco no ganó la guerra a besos, sino asesinando y reprimiendo a los supervivientes de la contienda y, por ello, la exhibición de esa bandera sí resulta ofensivo en un altar católico que debería ser un lugar de reconciliación y no de simpatía con el bando que, insisto, ganó la guerra asesinando más que el otro.
Reig Plá es muy libre de querer ser la marioneta de Hazte Oír contra el gobierno, de difundir la ideología de partidos de ultraderecha de restricción de libertades ignorando sus principios de odio y xenofobia contrarios al mensaje de Jesús, de defender posturas diferentes al papa Francisco y hasta de atacar a toda la gente católica que lee el Evangelio, vive según su conciencia y no comparte los prejuicios del prelado.
Sin embargo, siendo muy libre de ello, no lo es de llamar cristiana a su postura, de pretender apropiar en sus posicionamientos a todo el catolicismo, o al menos a lo que él considera digno de llamarse tal, ni es capaz, aún cuando se empeñe en ello, de eclipsar a una Iglesia que renunciando a ese posicionamiento tan poco evangélico, sabe abrirse a la ayuda al prójimo y al amor a los demás. Lo triste es que él, como otros obispos de perfil más discreto pero con ideas semejantes, se rodean de aduladores que aplauden cuanto dicen y halagan cuanto hacen, sin decirles nunca que se equivocan, ni ayudarles a la misión que deberían tener, de trabajar por el Reino y hacer el bien. Son estos aduladores los que favorecen este estancamiento clerical, tan ajeno al Espíritu, tan lejano de la misión que tocaría en estos tiempos de miedos, sufrimientos y dificultades diversas, donde deberían llamar a la esperanza, en lugar de a la confrontación, a la división y al odio.
Desde la distancia es triste ver que los rechazos y los desprecios se repiten, y más doloroso aún es ver que ocurren desde dentro de una Iglesia que bien podría hacer suyo el mensaje de Mateo 25 y comenzar la tarea humanitaria que Jesús nos pedía para poder formar parte de su Reino (dar de comer al hambriento, de beber al sediento, dar posada al migrante, asistir al enfermo y visitar al preso). Parece, en mi humilde opinión, que la promesa de unos privilegios tan anacrónicos como innecesarios atan más la sensibilidad clerical que la búsqueda de la justicia y el bien común que leemos en el Evangelio y nos hace presente el papa Francisco, y que, aunque la ideología ciegue a algunos para verlo, también aleja a muchos de una iglesia de la que forman parte, a pesar del fanatismo de ciertos sectores que prefieren alinearse con xenófobos y corruptos antes que asumir la llamada de Jesús a la pobreza, la paz y la justicia de las Bienaventuranzas. Es triste todo esto, y más triste sufrirlo en una iglesia que olvida su vocación católica.