"Penetrar en el misterio del hombre" Una escuela de servicio divino (y II)

El misterio
El misterio

"Hoy voy a hablar sobre el hombre, que tiene perfiles a lo divino. Nos lo dicen las páginas bíblicas"

"¿Qué es el hombre? ¿Qué misterio envuelve al hombre por dentro, ese espacio interior que desconocemos, incluso de nosotros mismos, quedándonos a las puertas"

"Quiero hacer una referencia a san Benito de Nursia y la única obra que escribió: su Regla, de cara a ordenar la vida de una comunidad"

"Esta regla tiene unas indicaciones previas, tres palabras clave que preceden al planteamiento del desarrollo y la vida en comunidad. Son: Escucha, Inclina el oído del coraón, acoge... Palabras profundamente humanas"

"Y el dialogo para ser humano necesita de una dimensión contemplativa y de paz, pues nos acecha de modo permanente el ritmo de nuestra vida, el tiempo sin tiempo..."

En mi anterior escrito que titulé “UNA ESCUELA DE SERVICIO” subrayaba de modo especial que estamos perdiendo la “belleza del diálogo”, lo cual es fundamental en toda escuela, y más, por supuesto, en esta “escuela de la vida”, una vida muy compleja, en la que estamos inmersos

Hoy, añado a ese título otra palabra: DIVINO. Pero no voy a hacer una disertación sobre Dios y lo divino. Sino sobre el HOMBRE, que tiene perfiles a lo divino. Nos lo dicen las páginas bíblicas

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano para darle poder?
Le diste el mando sobre las obras de tus manos
todo lo sometiste bajo sus pies

(Sal 8)

Lo sugieren los poetas

¿Qué va a hacer, Señor, cuando me muera?
Tu cántaro soy (¿y cuando me rompa?)
Tu bebida soy yo (¿y cuando me vierta?)
Yo soy tu vestidura, soy tu oficio
conmigo pierdes tu sentido cuando dejo de ser.

(Rilke)

¿Qué es el hombre? ¿Qué misterio envuelve el hombre, cada hombre, con el que nos cruzamos en el camino de la vida, y al que difícilmente llegamos a penetrar siquiera unos escasos espacios? ¿Qué misterio envuelve al hombre por dentro, ese espacio interior que desconocemos, incluso de nosotros mismos, quedándonos a las puertas?

Llegados aquí quiero hacer una referencia a san Benito de Nursia, artífice de la vida monástica en Occidente, y del desarrollo de Europa, que tuvo como instrumento la única obra que escribió: su Regla, de cara a ordenar la vida de una comunidad.

San Benito no tiene como punto de partida altas teologías, o piadosas reflexiones de vida religiosa. Su punto de partida y su trayectoria es el camino humano, el sendero del hombre en esta vida, el misterio del hombre.

Sucedió que san Benito, ya en el siglo VI, se siente arrebatado por este misterio del hombre. Su vida se desenvolvía, entonces, en el ambiente de una sociedad decadente, confusa, con movimientos de pueblos emigrantes, invasores…, en una situación política ruinosa, y religiosa no menos lamentable; él se retiró a hacer una experiencia de soledad y silencio. Una experiencia dura, pero que atraerá discípulos, y al final vendrá a fraguar en una vida monástica cuyo primer fruto, con la fundación de varios monasterios, será la Regla.

Esta Regla tiene una introducción, un Prólogo famoso, en el que dice: voy a establecer una ESCUELA DEL SERVICIO DIVINO. Pero, previamente a anunciar esta decisión, este objetivo, tiene unas reflexiones o indicaciones que conviene tener en cuenta e incluso no olvidar, cuando también nuestros tiempos muestran ciertos perfiles que recuerdan a aquella Roma de los tiempos del joven Benito.

ESCUCHA, INCLINA EL OIDO DEL CORAZÓN, ACOGE… son tres palabras-clave de ese Prólogo, que precede al resto de la Regla donde plantea el desarrollo y la vida de una comunidad.

ESCUCHA, INCLINA EL OIDO DEL CORAZÓN, ACOGE…, Palabras profundamente humanas. Desde que salimos del vientre de la madre esa es nuestra primera y fundamental actitud. Incluso se dice que se va perfilando este espíritu de escucha en el diálogo madre-hijo antes de nacer, si la madre escucha música… Este gesto de la escucha será primordial para configurar la personalidad de la persona que dependerá de como acoge, de la profundidad de su escucha…

Hay pues una abertura esencial a la vida; todo el camino será un despertar a la luz de la vida, a crecer buscando alturas humanas, espirituales… Y aquí nos topamos con el misterio del hombre…

Pues como nos recuerda el profeta Jeremías, el hombre está “prisionero de la tierra” (Lam 3,34) pero configurado como un misterio que lleva adherida la nostalgia de altas cimas, de lo espiritual, o llámale “infinito” si quieres.

Y aquí entra en juego una permanente tensión en la vida humana. Y este transito no siempre es fácil, el tránsito de lo corpóreo a lo espiritual. No siempre somos capaces de superar nuestras sombras. Ya, en el s. IV, escribía san Gregorio Nacianceno: … porque igual que no podemos contactar con las cosas visibles sin el intermedio de la luz y del aire, igualmente estando en un cuerpo no llegamos plenamente a las espirituales… ”Soplo”, “fuego”, “luz”, “caridad”, “sabiduría”, “justicia”, “inteligencia”.. y otras semejantes. ¿Puedes concebir un “soplo” sin impulso, sin difusión?; ¿un “fuego” sin impulso hacia lo alto, sin color y forma propios?... y así nuestro espíritu se agota para salir de lo meramente corporal y buscar horizontes más elevados… Y en este sendero la naturaleza humana es crecientemente trascendente… (cfr Discurso 28,12-16)

Dado que los humanos estamos llamados a vivir en una sociedad, en una comunidad, pues no somos por naturaleza solitarios, tenemos necesidad de una ESCUELA DE HUMANIDAD. Y por tanto de MAESTROS diestros en humanidad, que orienten y enseñen en los caminos de la escucha…

Y todo este camino es preciso contrastarlo, purificarlo… con el DIALOGO, la DIFICIL BELLEZA DEL DIALOGO que nos permite penetrar en el MISTERIO DEL HOMBRE

Y el dialogo para ser humano necesita de una dimensión contemplativa y de paz, pues nos acecha de modo permanente el RITMO DE NUESTRA VIDA, EL TIEMPO SIN TIEMPO…

Contemplación

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