El poder de la oración sobre nosotros que tiene el “Padre Nuestro”.

A mis oídos ha llegado esta historia, contada por un amigo sacerdote. Era el año 2016 y un antiguo feligrés venezolano que se regresó a Venezuela al principio de la crisis española. Terminó viéndose tanto él, como su novio, malviviendo por la fea situación del país. Para colmo de males, el novio padecía una infección por VIH y los tratamientos aunque llegaban al país, cada día se hacía más difícil conseguirlos. Mi amigo sacerdote supo lo que ocurría, y tras meditarlo un tiempo, propuso a su exfeligrés venezolano prestarle un dinero para así costearse el pasaje de regreso a España, y este amigo sacerdote movió ciertos hilos para colocarlo a trabajar de interno en una casa cuidando a un anciano. Sin dudarlo, el muchacho aprovechó, y se regresó a España dejando a su novio en Venezuela con la promesa de traerlo.

A los tres meses de llegar a España, y de estar al cuidado de aquel señor mayor, la relación había empezado a hacer aguas. El muchacho venezolano supo por boca de un amigo, que su novio en medio de la soledad, la tristeza y las dudas de sentirse abandonado en Venezuela, le había puesto cuernos. Fue a mi amigo sacerdote a contarle lo ocurrido, y a decirle que de la irritación que sentía dejaría en Venezuela a su expareja, por infiel, por dudar de él e irse a buscar cariño en otros. Mi amigo sacerdote, triste por la decisión, recordó el “Padre Nuestro” de misa y le propuso recitar el padre nuestro, fue llegar a aquel fragmento en que pedíamos a Dios: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, y entonces insistió a su feligrés venezolano que si rezaba a Dios con esa oración pidiendo el perdón, debía perdonar las ofensas que su exnovio le había ocasionado y comprarle el billete a s novio para traerlo a España y salvarle su vida de la muerte si dejaban de llegar definitivamente los tratamiento a Venezuela. El muchacho venezolano dudó, la rabia no se lo permitía, no quería, pero comprendió que no podía dejarlo morir allí a su exnovio, no podía… Por eso, tomó la dolorosa decisión de comprarle el billete y traerlo, aunque por un tiempo prolongado no quiso ni verlo aquí en España. De el venezolano con VIH y exnovio de su feligrés se ocupó mi amigo sacerdote, que lo ubicó como pudo y lo puso en contacto con asociaciones que le proveerían de tratamiento.

Meses después, mi amigo sacerdote recibe la visita de su feligrés en la parroquia con el dinero que iba a pagarle por el billete con el que se pudo venir a España. Pero mi amigo sacerdote volvió a pedirle que recitase la otra versión del padre nuestro, y al llegar al fragmento: “perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. El feligrés venezolano se quedó pálido, le había perdonado una cuantiosa deuda, no dudó en preguntarle el motivo a lo que mi amigo sacerdote contestó: “Te pedí que te aplicases la versión del padre nuestro sobre el perdón a las ofensas, perdonaste a quien amabas y que te ofendió con sus dudas e infidelidades. Pues bien, yo he tenido que hacer lo mismo contigo, y aplicarme la otra versión del padre nuestro que durante tantos años he rezado. Al pedirte coherencia en lo que rezas, me la he tenido que pedir a mi mismo la misma coherencia”.

Demos aquí por terminada la historia, mi amigo sacerdote me autorizó a contarla. De lo que si presume mi amigo sacerdote, es que por alrededor de 900 € salvó de la miseria a un venezolano, después salvó de la enfermedad y la muerte a otro (con el esfuerzo de a quien ayudó). Y de carambola, como cada uno de los dos muchachos mandan un dinero y comida para sus padres y hermanos en Venezuela, hay otros tantos allí que están sobreviviendo por un gesto que tuvo. Y aun así, me comentaba aún: “Parece que hasta el exnovio de mi feligrés, va a traerse de Venezuela a un hermano en cuanto regularice su situación y así ayudar mejor a la familia”. Debo decirlo, y todo por el bendito “Padre Nuestro”.
Volver arriba