Carta sobre la NIñez "Al mundo de hoy le falta llorar"

Cada 1 de junio en Ecuador se festeja el Día del Niño… sin embargo, en la actualidad cabe preguntarnos si esta fecha se ha reducido a un festejo comercial más, o si guarda verdadera consonancia con el sentido de valorar la importancia de la niñez y la defensa de sus derechos
"La gran pregunta para todos: ¿Por qué sufren los niños? ¿por qué sufren los niños? Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta y a llorar, podemos entender algo … Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?... y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar" (Papa Francisco, 2015)
“Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados; pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar.
Cada 1 de junio en Ecuador se festeja el Día del Niño, una celebración creada con el objeto de reconocer y promover los derechos de la infancia. Sin embargo, en la actualidad cabe preguntarnos si esta fecha se ha reducido a un festejo comercial más, o si guarda verdadera consonancia con el sentido de valorar la importancia de la niñez y la defensa de sus derechos, recordando que, si los derechos no son para todos, dejan de ser derechos y se convierten en privilegios.
Vivimos en una sociedad que muestra dos rostros distintos frente a la niñez. Por un lado, por ejemplo, dice promover el derecho a la vida, por el cual todo niño tendría derecho a nacer, vivir y desarrollarse en un entorno favorable, mientras que, por el otro lado, se auto exime de responsabilidad sobre aquellas criaturas que, habiendo ya nacido, carecen en sus hogares de un entorno adecuado y seguro que favorezca su sano crecimiento y desarrollo.

Se habla de que cada niño, a partir de su nacimiento, tiene derecho a un nombre, a una nacionalidad, a vivir en familia en un ambiente de afecto y seguridad, mientras el planeta entero es testigo de la aniquilación masiva de familias y criaturas inocentesen medio de guerras genocidas que dejarán miles de tumbas sin nombre, en países que seres despreciables pretenden eliminarlos del mapa mundial.
Se pregona el derecho a la educación gratuita y a la salud, pero esto aplica solo a los niños que han nacido en países y hogares cuya situación económica lo permite, mientras aquellos más pobres no se consideran siquiera aptos para recibir una mínima atención que les garantice el acceso a educación, vacunas y a una alimentación básica.
Se sostiene que hay que proteger a la infancia contra el abuso, la explotación y la violencia, pero muchos niños son las primeras víctimas de los sistemas criminales que los captan forzosamente con el objeto de entrenarlos e instrumentalizarlos con el fin de cometer delitos. Miles de niños aún son esclavizados y usados como mano de obra barata para saciar la sed consumista y la ambición de negociantes sin ética.
Vemos con dolor cómo los nuevos medios de comunicación que han surgido con el desarrollo de las tecnologías digitales y la conectividad global, se han convertido en espacios de manipulación mental donde los más pequeños, que no siempre cuentan con un adecuado control parental, caen presas de juegos, redes y trampas cuyos efectos psicológicos y emocionales causan atentan contra su integridad y generan verdaderas tragedias familiares y sociales.
En un contexto en el que se predica el derecho a la igualdad, aún vemos que de manera encubierta se mantiene cierto nivel de segregación y discriminación racial, que lleva a fenómenos como el bullying en escuelas y la auto referencialidad.
Y de todas estas tragedias, quizás una de las más dolorosas e invisibilizadas es la discriminación de las niñas que aún se ven limitadas, ya sea por normas culturales, de pobreza o violencia de género, a tener los mismos derechos que los niños varones, siendo obligadas a quedarse sin estudios para realizar tareas domésticas, enfrentando violencia física y/o psicológica y hasta matrimonios forzados.

“Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados; pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas.Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿yo aprendí a llorar cuando veo a un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?” (Papa Francisco).
Preguntémonos con honestidad si nuestra postura es coherente con el Evangelio y si verdaderamente asumimos la responsabilidad moral de exigir que se establezcan las garantías para que todo niño reciba en igualdad de condiciones los mismos cuidados necesarios del Estado y la sociedad, sobre todo aquellos niños más vulnerables y pobres, los descartados, los que no tienen otra voz más que la de Dios, porque al final, de ellos es su Reino.#ComuniquemosEsperanza
Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿yo aprendí a llorar cuando veo a un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?” (Papa Francisco)”.
*Carta No. 292– Comisión Justicia y Paz*
