Presencia real de Cristo en casa Señor en la Misa en familia CONCELEBRACION DE MISA EN CASA EN TIEMPO DE PANDEMIA

  Presencia real de Cristo en la Eucaristia  familiar

Misa familiar durante pandemia
Misa familiar durante pandemia
Un grupo de ministros de la Eucaristía, laicos y laicas, ejerce esa diakonía en la misa dominical y en visitas a enfermos. Estaban en su reunión de formación permanente, cuando llegó el aviso de la diócesis sobre cierre de iglesias y suspensión de misas por razón de la pandemia.

 Surge la idea de ampliar su servicio pastoral a reuniones familiares o de pequeñas comunidades para facilitarles la comunión. Pero se dan cuenta de que su ofrecimiento voluntario no será suficiente para satisfacer la demanda.

 Alguien abre su tableta digital y muestra la solución: -“Aquí tienen en you tube la misa del Papa y la del arzobispo de Tokyo y muchas más. En el aviso de la diócesis se recomienda escuchar el evangelio en casa y rezar deseando la comunión espiritual. Pues lo hacemos así mientras asistimos a la misa por la tele...”.

 Una agente pastoral (madre de familia), que ha leído en mi blog de RD la “Celebración de la Palabra y Cena del Señor” (ver en este blog el post anterior), añade:

 “La propuesta del Padre Juan va más lejos, porque en ese rito yo, como madre de familia, soy concelebrante”.

–Sí, le respondo, lse ve que la señora Takahashi  ha leído la versión en español en mi blog.

 Otro agente pastoral, también padre de familia, pero meticulosamente japonés y temeroso de cualquier  choque contra las prescripciones canónicas o las rúbricas litúrgicas, se apresura a precisar:

 -“Lo que el P. Masiá propuso era, como recomendó nuestro obispo, la “comunión espiritual”. ¿Verdad que es así, padre, o estoy equivocado? 

 Cierto, amigo Matsumoto, yo también hablé de “comunión espiritual”, que es un término muy tradicional y ortodoxo. Pero sobre eso habría mucho que hablar y le voy a dedicar tiempo en próximas entradas del blog. Tenemos que darnos cuenta de que toda comunión es espiritual, porque gracias al Espíritu de Vida recibimos y nos unimos con la vida de Cristo, el cuerpo de Cristo que recibimos y con el que nos unimos en la comunión es el cuerpo de Cristo  Resucitado.

 Pero esto  hay tratarlo despacio en el post siguiente. Ahora quiero proponerles cómo participar en la misa televisada.

 No vayann a “ver la misa”, como si fuera un espectáculo. Participen en ella sacramentalmente.

 Están ustedes colocados frente al televisor y alrededor de la mesa del comedor; la television,  enfrente; sobre la mesa del comedor colocan ustedes el pan y el vino, el crucifijo y la vela,  símbolo de la luz de Cristo.

 Van a concelebrar ustedes con el obispo (él es el que preside con las palabras de la epiclesis invoca al Espiritu Santo para que transforme la ofrenda en vida de Cristo. 

 Ustedes son concelebrantes, que ejercen como mujeres y hombres bautizados, el sacerdocio de los fieles.

 Cuando el  obispo ofrezca el pan y el vino que representa la vida cotidiana de todos ustedes, tomen ustedes en sus manos y elévenlos ofreciéndolos, el pan y el vino que han colocado sobre la mesa del comedor.

 Cuando el obispo de Roma, Francisco, o el obispo de Tokyo, Tarsicio, diga la oración que pide al Espíritu que transforme estos dones, esta comunidad  y esta vida de ustedes en cuerpo y vida de Cristo, únanse a su oración.

 Cuando él eleve el pan de vida y la bebida de salvación consagradas, hagan ustedes lo mismo con el pan y  vino que han colocado sobre la mesa del comedor y que luego repartirán y compartirán para recibirlo en la comunión.

 La oración del Padre Nuestro les preparará espiritualmente para la comunión, porque al decir “danos el pan cada día” le estarán pidiendo tres cosas:

 1) danos el pan para el cuerpo,

 2)  danos el pan de la fuerza de vivir para el espíritu, y

 3) danos el pan de vida de la eucaristía para alimentar nuestra fe, unirnos contigo y hacernos capaces de vivir dándonos vida mutuamente unos a otros.

 Algunos de los agentes de pastoral asintieron a mi propuesta. Algunos también titubearon. No faltó quien seguía preocupado con lo de la “comunión espiritual” y quería estar más seguro acerca de la “presencia real de la vida del cuerpo del Resucitado en el acto de transformar sacramentalmente el pan en pan de vida en el acto de consagrarlo y de comerlo... pero todo eso es el tema de las catequesis   de primera comunión a las que quiero dedicar tiempo en los posts siguientes.

 De momento, me limito a aclarar que mi propuesta quería evitar dos extremos:

1) Ni tomar la  misa por la tele como un mero espectáculo sin participar en ella.

2) Ni usar la expresión “comunión espiritual” en un sentido demasiado leve, como si no tuviera nada que ver con la presencia real sacramental de la vida del Resucitado que nos recibe dentro de sí (más que recibir nosotros su vida, es Él quien nos recibe dentro de sí)...

 Todo esto son cosas elementales  para repasar (¿o rehacer?) la catequesis de la primera comunión.

 Gracias a la situación de pandemia, senos ha dado ocasión y oportunidad para redescubrir la celebración familiar del evangelio y la cena del Señor, el sacerdocio de los fieles y la presencia del Espíritu del Resucitado en la comunidad celebrante.

 As:i viven esta realidad muy bien y la transmiten muchas comunidades en el mundo entero: por ejemplo, las de la “querida Amazonia”.

 Esas comunidades comprenderán que, sin necesidad de esperar la aparición de un vir probatus o mulier probata, que haya sido ordenada para ese ministerio, cualquier bautizado o bautizada puede ejercer el sacerdocio de los fieles para que no se quede la comunidad sin la eucaristía (en realidad, así fue en los comienzos...) Como fundamento de estas reflexiones dejo citados aquí los siguientes pasajes evangélicos:

 “Donde están dos o tres reunidos apelando a mí, allí en medio de ellos estoy yo” (Mt 18, 20)

 “Esto es mi cuerpo. Haced lo mismo en memoria mía” ( 1Co 11,  24)

 “Se acerca la hora en que no daréis culto al Padre, ni en este monte, ni en Jerusalén... quienes den culto auténtico adorarán al Padre reunidos en comunidad por el Espíritu de Verdad del Enviado, que es Camino, Verdad y Vida” (cf. Jn 4, 23 y 14, 6)

Volver arriba