Un solo Pastor, Pontífice y Profeta Mi Pastor es el Señor

Yo soy Puerta, Puente y Palabra

¿Por quién vota el evangelista Juan y el profeta Ezequiel? Escuchemos los ecos de la Palabra inspirada. El Señor dice al pueblo: sabed quién soy yo como Pastor

Yo soy el Pastor ideal (en griego, enfatizado, ho poimén ho kalós, el pastor por excelencia, kalós!, modelo de pastor) 

Yo soy el verdadero Pastor, soy el verdadero Guía (en la Biblia, “Rey-Pastor”) , soy el Camino para mi pueblo.

Yo soy el verdadero Evangelizador del Reinado de Dios (en la Biblia, “Profeta”), soy la Luz para mi pueblo 

Yo soy el verdadero Mediador(en la Biblia, “Sacerdote o Puente” de Bendición)entre Dios y su pueblo

El pueblo responde al Señor:

Mi Pastor es el Señor . El Señor es el que es mi pastor y mi Camino (mi pastor no es el rey ni el Presidente de mi nación, sino el Señor; no es el jefe de mi tribu, sino el Señor)

Mi Evangelizador es el Señor. El Señor es el que es mi Evangelizador y mi Luz (no es mi profeta preferido, sino el Señor; no es mi orador mediático más seguido, sino el Señor)

Mi Mediador de Bendición y Vida es el Señor (no es “mi obispo papable preferido”, sino el Señor)

El Pastor aclara su relación con las ovejas:

 “mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen, les doy vida definitiva, nadie las arrancará de mi mano (Jn 10, 27-29), yo, que soy el modelo de pastor, conozco íntimamente a mis ovejas y ellas me conocen íntimamente a mí, igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre; por eso me entrego yo mismo por las ovejas” (Jn 10, 14-15), mis ovejas están llamadas a participar de la única mediación entre el Padre y el pueblo, es decir, el “sacerdocio común de los/as fieles como participación en el único sacerdocio de Cristo (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 10; 2 Tim 2, 5; 1 Pe 2, 9-10).  

El Pastor aclara su relación con el Origen de las ovejas:

El Padre y yo somos uno. El Padre me ha entregado y encargado las ovejas, lo que me ha entregado mi Padre es lo que más importa, nadie puede arrancar nada de la mano del Padre” (Jn 10, 27-30).

Hasta aquí, las palabras del Evangelio que animan al pueblo a dar gracias al Padre por el don del Buen Pastor.

A continuación, el profeta Ezequiel pone en boca del Señor palabras duras contra los “pastores” corruptos o mentirosos o abusadores:

¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!... No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas, no recogéis las descarriadas, ni buscáis las perdidas y maltratáis brutalmente a las fuertes...Me voy a enfrentar con los pastores: les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas para que dejen de apacentarse a sí mismos... Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear---oráculo del Señor” (Ezequiel, 34).

Confortada, al mismo tiempo que estimulada, por el contraste de estas Palabras de Vida, en Juan 10 y Ezequiel 34, la comunidad eclesial extendida por el mundo entero, implora la venida del Espíritu sobre el Cónclave mientras entona sacramentalmente el salmo 22 (23):

Mi Pastor es el Señor (el Único Mediador)

Me guía por el sendero justo (luz del Camino)

Me conduce hacia fuentes tranquilas (agua de Vida)

Prepara una mesa ante mi y mi copa rebosa (Pan y vino de Pascua)

Y desde el Más Acá y Más Allá, donde ya descansa en el seno de la Vida de la vida, nuestro añorado Francisco repite, tras cada estrofa, la antífona de su sueño:

 “Sueño con una iglesia que hable más de la Palabra de Dios y menos del Papa; que hable más de gracia y menos de ley; que hable más de Jesucristo y menos de sí misma (Evangelii gaudium n. 38)

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