A propósito de la beatificación del Cardenal Pironio en Argentina Eduardo Pironio y Esteban Gumucio, profetas latinoamericanos de la Iglesia en Salida

Eduardo Pironio y Esteban Gumucio, profetas latinoamericanos de la Iglesia en Salida
Eduardo Pironio y Esteban Gumucio, profetas latinoamericanos de la Iglesia en Salida

El cardenal Eduardo Francisco Pironio fue un hombre que con su testimonio se adelantó a la “iglesia en salida” del papa Francisco. En Chile, también se adelantó el padre Esteban Gumucio, quien fue su contemporáneo. El primero fue beatificado el sábado 16 de diciembre de 2023, en el Santuario de Luján, mientras que el segundo está en proceso de beatificación en el Dicasterio para la Causa de los Santos.

Ambos fueron muy queridos y respetados por sus respectivas porciones del Pueblo de Dios que les fueron confiados. Ambos, vivieron situaciones similares, nacieron en medio de familias con fuertes valores, aunque en geografías distintas. Ambos, enfrentaron crueles dictaduras y potenciaron a los jóvenes y a los laicos. Ambos predicaron la compasión de Dios y la esperanza de su reinado, aquí y ahora.

Con motivo de esta gran celebración latinoamericana, cuya memoria traspasa las fronteras argentinas y sube hasta la cima de la Cordillera, presentamos una breve comparación de ambos modelos de santidad que tienen mucho para decir en este siglo XXI.

Chile y Argentina, durante el siglo XX, experimentaron cambios políticos, sociales y culturales significativos, entornos en los cuales el padre Esteban Gumucio Vives y el cardenal Eduardo Francisco Pironio vivieron y ejercieron su ministerio.

En Chile, la época de Gumucio estuvo marcada principalmente por las migraciones del campo a la ciudad que conformaron poblaciones fuera de las periferias urbanas, por la reforma agraria, el auge y caída del gobierno de Salvador Allende, y por la dictadura de Augusto Pinochet. Estos eventos tuvieron un profundo impacto en la sociedad y en la Iglesia. Esta última acompañó al pueblo en su peregrinar.

En Argentina, entre tanto, Pironio también vivió períodos de agitación política.  Hubo una inestabilidad política acentuada, dictaduras militares de larga duración y una violencia creciente en el marco de la Guerra Fría (1947-1991). Además, emergió la juventud como actor social y cultural relevante.

Este contexto fue crucial para la Iglesia en Argentina, que tuvo que lidiar con temas de opresión, violencia y la desaparición de personas. Además, luego de incentivar fuertemente el compromiso político de los jóvenes, cuando estos fueron reprimidos hasta exterminar a sus líderes, la Iglesia jerárquica se movió entre el apoyo a los militares y la defensa de los derechos humanos. Este fue el escenario en el que Pironio ejerció su ministerio.

De este modo, Argentina y Chile fueron lugares de grandes profetas que lucharon por la justicia social y la paz, integrando su fe con acciones concretas. Así, en esta época, en ambos países, se llevaron a cabo profundas reflexiones y acciones de carácter teológico, pastoral y político. En Argentina nació el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, y en Chile surgió el Movimiento de Cristianos por el Socialismo. Estos contextos históricos y geográficos no solo influyeron en las vidas y obras de Pironio y Gumucio, sino que también proporcionó un marco para entender mejor su legado en la Iglesia Católica de América Latina.

Espiritualidades

Eduardo Francisco Pironio y Esteban Gumucio, dedicaron sus vidas al servicio de los más necesitados, a través de su compromiso con la Iglesia y con los pobres.

Así, Esteban Gumucio, conocido por su humildad y cercanía con los más necesitados, en barrios periféricos de Santiago, enfatizó la importancia del servicio y la compasión. Siguiendo el ejemplo de Jesús, abogó por una Iglesia comprometida con los pobres. Él creía firmemente en el poder transformador de la fe en la vida cotidiana, una fe que se manifestaba en acciones concretas de amor y solidaridad, al punto de que "los pobres nos evangelizan".

Según el Padre Esteban, "la fe no es solo creer en algo; es creer para hacer”. Esta perspectiva subrayaba la necesidad de una fe activa y comprometida en todos los entornos tanto la familia, la escuela, el trabajo como la realidad social y política.

El cardenal Pironio, por su parte, es reconocido por su carisma y profunda espiritualidad, siempre con un mensaje de esperanza y unidad. Durante los años de turbulencia en Argentina, Pironio insistió en que "la esperanza cristiana no es un optimismo superficial, sino una confianza profunda en la bondad última de la realidad y de Dios, incluso en los momentos más oscuros". Esta visión de esperanza era fundamental para su comprensión de la Iglesia como comunidad de amor y solidaridad, un refugio en tiempos de dificultad y un agente de cambio social.

Ambos pastores compartieron una devoción especial a María de Nazaret, viéndola como un modelo de fe, discipulado y servicio. Gumucio destacó su humildad y fortaleza siempre reflejada en las mujeres pobladoras que él conocía en su entorno. Mientras que Pironio veía a María como un símbolo de esperanza y unidad para la Iglesia y la humanidad.

Además, el Padre Esteban enfatizó la acción social y la defensa de la familia como expresión de la fe con una dimensión comunitaria.  En uno de sus escritos relató que dada su experiencia en poblaciones “me han hecho ver en qué grado la maduración y equilibrios de la personalidad de los trabajadores y sus familias se deben en buena medida a su participación en organizaciones comunitarias”.

Pironio, quien era igualmente comprometido con la justicia social, también ofrecía un enfoque contemplativo, como Esteban. “He hablado siempre de la esperanza. Y no me canso de gritar la esperanza. No porque las cosas sean fáciles. Los momentos son difíciles. Estos momentos son decisivos. Por eso mismo hay que proponer otra vez la esperanza cristiana, partiendo de los desafíos actuales de la juventud.”

En ambos, sus espiritualidades reflejaban un compromiso con una Iglesia fiel al Concilio Vaticano II y a la Conferencia Episcopal de Medellín de 1968, siendo contemplativos en la acción, asumiendo la tradición y abiertos a los desafíos contemporáneos. Ambos son fuentes de inspiración para muchos y muchas en América Latina en cuanto vivir una fe encarnada en el amor, el servicio y la esperanza.

Los Derechos Humanos

Cardenal Pironio
Cardenal Pironio

En Chile el Padre Esteban fue un defensor incansable de los derechos humanos, especialmente durante la dictadura de Pinochet. Él encarnó esa Iglesia que era “voz de los sin voz”, y un refugio para los perseguidos. En diferentes fuentes hay múltiples testimonios de su acción en este sentido.

En el tema central de la Cantata de los DD.HH. el Tata Esteban escribió: “Creo que detrás de la bruma / el sol espera. / Creo que en esta noche oscura / duermen estrellas. No me robarán la esperanza, / no me la romperán…”

A su vez, al otro lado de la Cordillera de los Andes, Pironio, enfrentó desafíos similares. Durante los años de la dictadura militar, el arzobispo de Mar del Plata se convirtió en un símbolo de esperanza inspirado en las Conclusiones de Medellín, que "la verdadera paz solo puede venir con la justicia, y la justicia con el amor". Todos coinciden que su liderazgo en la Iglesia fue crucial para mantener viva la llama de la esperanza en tiempos de oscuridad y desesperación en Argentina.

Por ello, Pironio fue duramente atacado por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), también conocida como “Triple A”, que fue una organización terrorista parapolicial anticomunista de ultraderecha. De ella recibió amenazas públicas y hasta el asesinato de una destacada colaboradora y docente de la universidad. El Vaticano terminó llevándoselo a Roma para proteger su vida.

Pironio escribió: “La esperanza no es anuncio superficial de cosas fáciles; es, al contrario, descubrir el paso del Señor en las difíciles. No es evadirse –por comodidad o por miedo– de la responsabilidad presente; es asumir con serenidad y fortaleza la misión de construir el Reino de Dios en la ciudad de los hombres”.

De este modo, ambos religiosos influyeron significativamente en la orientación de la Iglesia en sus respectivos países. Fueron pioneros en integrar la teología liberadora con acciones concretas, mostrando un camino hacia una fe que no solo se preocupa por la salvación espiritual, sino también por el bienestar material y social de las personas. “Dar razón de la esperanza que hay en nosotros, es dar razón de Cristo que en nosotros vive, en nosotros actúa, que en nosotros habla, que a través de nosotros se transparenta“, apuntaba el cardenal.

La Iglesia en salida

Hoy, en un mundo que enfrenta desafíos de desigualdad, crisis ambiental y tensiones sociales, los legados de Pironio y Gumucio son aún más relevantes. Ellos nos recuerdan la importancia de una Iglesia comprometida con la realidad social, una fe que actúa en el mundo y una espiritualidad que busca la justicia y la paz. En un mundo cada vez más secularizado, su ejemplo de servicio desinteresado y amor incondicional ofrece una poderosa alternativa al individualismo y materialismo predominantes. Sus testimonios de pastores guían a su pueblo para una iglesia en salida como nos propone el papa Francisco.

Los jóvenes: dedicación especial

Esteban Gumuio
Esteban Gumuio

Para ambos pastores, la preocupación y dedicación a los jóvenes estuvo entre sus prioridades centrales. Gumucio no solo les dirigió hermosos mensajes si no que su legado lírico y espiritual está lleno de poemas, canciones, cuentos y otros géneros donde entabla conversaciones directas, interpelantes, acogedoras, orientadoras.

“Bienaventurados los jóvenes que buscan a Jesús porque ellos lo encontrarán”, dijo en parte en una de sus obras literarias. “Bienaventurados los jóvenes que son comprensivos con los demás, porque ellos tendrán el gozo de la amistad. / Bienaventurados los jóvenes que luchan por ser honestos y sinceros consigo mismos, pues tendrán la verdad. / Bienaventurados los jóvenes que cuando se caen, se vuelven a parar con humildad de corazón”.

Pironio dijo a los jóvenes: “quisiera transmitir a todo el mundo mi alegría, sobre todo a los jóvenes. Decirles que no se cansen, que sigan esperando, anunciando y obrando la esperanza. Lo cual significa ir comprometiéndose en el camino”. Y remataba: “Sean cristianos nuevos, cristianos pascuales, amigos de Dios y profetas de esperanza”.

Además, el cardenal argentino, estando ya en Roma, llevado por Pablo VI, sirviendo en el Dicasterio para la Vida Religiosa, fue nombrado por el Juan Pablo II presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, un organismo de menor rango, pero desde ahí convenció Karol Wojtyla realizar un encuentro mundial de jóvenes que con el tiempo se desarrolló tanto hasta convertirse en uno de los eventos más grandes de la Iglesia católica hoy: la Jornada Mundial de la Juventud, cuya versión 37° acaba de realizarse en agosto de este año 2023, en Lisboa.

Enfrentando la muerte

El cardenal Pironio y el padre Esteban compartieron una última y profunda similitud en sus vidas: ambos enfrentaron el cáncer con gran fortaleza y fe, ofreciendo un testimonio de esperanza y resiliencia en medio del sufrimiento.

"El sufrimiento no es el fin, sino un camino hacia algo más grande, una oportunidad para compartir en la Pasión de Cristo" decía el Padre Esteban en el año 2000, uno antes de morir. Esta visión no disminuyó su dolor, pero le dio un sentido y un propósito, convirtiéndolo en una fuente de inspiración permanente frente a la enfermedad.

Por su parte, Pironio también enfrentó su enfermedad con dignidad y fe. Su lucha contra el cáncer fue un tiempo de profunda reflexión espiritual y de reafirmación de su fe en Dios. Como solía decir, "en la enfermedad, uno encuentra una intimidad más profunda con Dios, una comprensión más clara de lo que realmente importa en la vida" señalaba en 1997, un año antes de fallecer. Su enfermedad se convirtió en un testimonio de la presencia de Dios incluso en los momentos más oscuros de la vida.

Ambos siervos de Dios hicieron de su experiencia con la enfermedad un testimonio de fe y una enseñanza en la esperanza. Sus reflexiones ayudaron y siguen ayudando a muchas personas, en Chile, Argentina y América Latina, a comprender que el sufrimiento no es una señal de abandono por parte de Dios, sino una oportunidad para crecer en fe y solidaridad con los demás.

La manera en que Gumucio y Pironio enfrentaron la muerte es quizás uno de los aspectos más impactantes de sus legados. En una cultura que a menudo evita hablar de la muerte y el sufrimiento, ellos ofrecieron un testimonio valiente y transparente. Su enfoque en la esperanza, no como negación del dolor, sino como una afirmación de la presencia amorosa de Dios, sigue siendo una fuente de consuelo y fortaleza para muchos y muchas.

Finalmente, el cardenal Eduardo Pironio (quien había nacido el 3 de diciembre de 1920, después del Padre Esteban, quien lo hizo el 3 de septiembre de 1914), falleció a la edad de 78 años en la Ciudad del Vaticano el 5 de febrero de 1998, a causa de un cáncer óseo que lo mantuvo postrado los últimos cinco meses de su vida, pero que lo había afectado durante años. Vivió este tiempo con una llamativa entereza y permaneció lúcido hasta el final.

Esteban, falleció tres años después, el 6 de mayo de 2001, en Santiago de Chile, a causa de un cáncer al páncreas. Asumió su dolor con dignidad y esperanza. También murió plenamente lúcido cuando tenía 86 años de edad.

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