Lo reconocieron al partir el pan El cura en la tarde del domingo con Emaús al fondo

El cura en la tarde del domingo con Emaús al fondo
El cura en la tarde del domingo con Emaús al fondo

Ahora todo está en calma en mi casa, también en la calle, pues vivo en una avenida amplia y tranquila cercana al polígono industrial, que el sábado y sobre todo el domingo se calla y serena de un modo especial. El sol va de caía y entra todavía con fuerza, pero para despedirse con un buen abrazo. La situación me recuerda, no puede por menos en este día de pascua, a los discípulos de Emaús. Tengo paz en mi interior y mi corazón late a ritmo de resucitado, unificado por lo vivido. He vivido el evangelio de Emaús llevado por el propio ritmo del quehacer del ministerio, me ha alimentado la comunidad. En ella he sentido el gozo del resucitado capaz de curar inercias y acedias, de levantar el ánimo y la esperanza. Rezo en el corazón con acontecido en esta aldea de mi vida sacerdotal y  parroquial.

Emaús, en la tarde dominical de un cura diocesano

Emaús luminoso

Emaus mujeres

Alegre la mañana que nos habla de ti, alegre… era el canto que me acompañaba la mañana del sábado temprano cuando me dirigía a nuestro templo, donde estaban un grupo de mujeres-algún hombre- preparando la bocadillos y bebidas para la marcha solidaria. Este año la parroquia está queriendo acompañar en su camino a mujeres inmigrantes que participan en un taller de integración y formación, y desde ellas también a sus hijos. Vamos haciendo distintas actividades de concienciación y para obtener fondos con los que ayudarles, ayer era uno de esos días que estaban dedicados especialmente al proyecto.

emaús marcha
emaús marcha Jose Moreno Losada

Pero buscábamos también otros objetivos esenciales y comunes a ese fin: estar un día juntos, compartir camino sin prisas, conocernos y reconocernos, cantar, pararnos y reflexionar sobre algún hecho de vida referente a la inmigración, disfrutar de la naturaleza y de nuestro entorno, hacer comunidad sin más deseo que estar juntos en este oasis de parroquia, sin obligaciones. Hicimos el camino lleno de cariño y de alegría, niños, padres, abuelos, jóvenes. Al regresar disfrutamos como locos con las pulguitas de Jamón York, chorizo, queso, los refrescos… algo tan sencillo que fue excusa para disfrutar de nuestro porche, todos con todos. Fuimos generosos en el donativo, pero sobre todo fuimos hermanos y familia y lo sentimos al partir el pan tras haber caminado juntos.

Emaús de sanación entre discípulos

emaus por ellos
emaus por ellos

Tras el descanso camino a Mérida donde está la sede de la asociación “por ellos”. No es la primera vez que comparto espacio de reflexión con estos padres que les une la muerte de sus hijos. Una asociación para hacer proceso de duelo, camino de dolor acompañado, desde la escucha y el compartir los sentimientos profundos de lo vivido. Iluminado por el evangelio, aunque ellos son asociación aconfesional, me propongo ofrecerles una reflexión inspirada en él: “Vivir o morir la muerte del hijo amado”. Han llegado tres parejas nuevas que en el último año ha perdido a hijos muy jóvenes, la última falleció en enero. Murió en el fuego de un piso de estudiantes en Huelva. Están destrozados, podríamos decir muertos sin reparo. Una madre decía cómo en el primer momento se quería morir, pensando que era lo mejor que le podía pasar. Curiosamente en un estudio a universitarios en Extremadura, el setenta por ciento de los alumnos habían manifestado que creían que en situaciones de sufrimiento el suicidio se podía ver como solución.

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A partir de ahí, nos cuestionamos muchas cosas, en el fondo la alternativa de si con la muerte del hijo se les había terminado la vida, el deseo de amar, de continuar luchando, de construir la familia, hacer vecindad. Los que llevaban más tiempo y han ido haciendo el camino daban testimonio de que el dolor de la ausencia siempre va a estar, pero que el sufrimiento, que al comienzo no te deja vivir, si lo vas trabajando se va mitigando y la mejor medicina no es otra que el amor y la comunidad.

Allí estábamos por amor y comunitariamente. Acompañándonos en ese duelo de muerte, precisamente para enfrentarnos a ella y darnos un mensaje de esperanza que podemos seguir viviendo. Enterrarnos con ellos no es vivir por ellos, no es mirar la vida con el amor y la esperanza. Algunos hablaron de su fe y cómo les motiva en el vivir de cada día, saber que se volverán a encontrar con ellos, aunque no saben cómo.

 Yo tenía de fondo la lectura del evangelio de Lucas. Los discípulos volvían con la muerte a cuestas, enterrados con Jesús, sumidos en su tristeza, fracasados. Habían puesto su esperanza en un poder humano, político, social y todo se había derrumbado. Sin embargo, el peregrino, conocedor del sentido de la historia y de la vida, a la luz del amor de Yahvé, les fue explicando la historia de su pueblo y todo lo vivido por ellos y el mesías, como un signo de amor radical en libertad. El caminante anónimo les habló al corazón de como el amor, la verdad, la libertad no pueden morir y vencerán a la muerte. El peregrino había convertido la muerte en vida.  Así vieron ellos que había nacido esta asociación que lleva catorce años y ha acompañado cientos de familias a pasar de la muerte a la vida en el duelo de sus hijos. Una mujer sencilla de pueblo pequeño, al morir su hijo, decidió que esa muerte no debía ser inútil, quedar infecunda y comenzó a unirse a otros doloridos para amarse y cuidarse, para levantarse y no dejarse enterrar, sino quitar la losa y volver a vivir con esperanza para seguir amando vivamente al hijo perdido.  La madre que ha llegado hace días, confesaba que ella que es trabajadora social, ahora no puede seguir ayudando, ahora necesita mucha ayuda, y está abierta a todos los compañeros de camino que quieran ponerse a su lado, sea quien sea, por eso ha buscado esta asociación. Terminé la jornada cenando con mi hermano pequeño, recientemente viudo que sigue en su duelo, momento fraternal con cerveza, tapa y ante el fútbol, sintiendo el calor familiar que sana la soledad.

Emaús en la eucaristía dominical

La mañana del Domingo ha sido de liturgia encendida, cantada, sentida. En la residencia de los mayores hemos terminado cantando con los brazos en alto el himno de la alegría, con muchas ganas. Hemos gritado en la homilía que allí estamos para vivir y no para morir. Hemos de hacer de la residencia una comunidad donde cada uno sepamos encontrarnos con los otros en la acogida y el cuidado. Allí estaba Francisca y su esposo que acaban de llegar y hoy ya me comunicaban que me conocían porque yo había casado a su nieto en mi iglesia.

jovenes

En la parroquia hoy el gozo ha sido con cara y rostro de jóvenes. Han preparado la liturgia el grupo de Juventud estudiante católica. Nos han dado testimonio de los tres años que llevan reuniéndose y formándose como personas y creyentes. Buscan hacer un estudio humano y libre, que les lleve a hacer un mundo mejor. Nos han acompañado con su música interpretada por ellos, con su aleluya personalizado, con sus peticiones sentidas y elaboradas desde sus preocupaciones. Nos han presentado su campaña de este año que se centra en el cuidado y sus emociones, nos cuentan que han organizado un taller sobre autocuidado para el próximo viernes y que van a invitar a sus compañeros de clase. Les preocupa lo que es el sufrimiento de una sociedad y de unos jóvenes que sufren soledad y emocionalmente se sienten rotos, quieren forjar bien su personalidad para poder ser felices de verdad.

cartel

Lo hacen cuando el estudio que se acaba de publicar de estudiantes universitarios habla de que un diez por ciento ha pensado alguna vez en el suicidio, un cinco por ciento lo ha intentado, más del 20 por ciento ha sufrido depresión y casi el sesenta ha sentido ansiedad. Hoy ellos nos alegrado a la comunidad con su música, sus palabras, pero sobre todo con su presencia. Se han propuesto como objetivo ser mar cercanos y participativos en la comunidad parroquial y hoy dicho y hecho allí estaban con originalidad y frescura verdadera. Nos han ayudado a partir el pan y han hecho arder nuestros corazones, a veces, cansados y entristecidos.

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