EXtraido de "Sinfonía divina, acordes encarnados" PPC Y más que profeta, Franciscus (III Dom. de Adviento)
Franciscus...
Cuando estoy escribiendo esta entrada son miles los fieles que están pasando delante del féretro del papa Francisco en el Vaticano. Él ha pedido ser enterrado en tierra, con una lápida sencilla, sin adorno alguno, y en la que solo está la inscripción de Franciscus. Él ha sido más que profeta, pero, sobre todo, un pequeño en el reino de Dios, que ha creído en Cristo y que no lo ha querido solapar con su ministerio, sino seguirlo y servirlo en los hermanos más pobres; ha querido hacer del palacio una casa acogedora para los últimos y morir con los mismos zapatos de los caminos andados.
| José Moreno Losada.
DOMINGO III DE ADVIENTO
Mateo 11,2-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:
–¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió:
–Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
–¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti». Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Jesús y Juan...
Llega un momento en que la referencia a Cristo es tan directa y fuerte que hace que la profecía se sobrepase a sí misma. La conexión de Juan Bautista con Jesús es tan profunda que el profeta queda iluminado y referenciado por el propio Mesías de quien es precursor. Las dimensiones de la profecía quedan definidas por el profeta definitivo que es Jesús y a partir del cual todo es nuevo: un hombre pobre, que vive en los lugares marginales y olvidados…, será el mensajero verdadero del que está llegando con la salvación.
La herencia del papa Francisco: «Otra Iglesia es posible»
El papa Francisco no buscaba vencer, pero no hay duda de que ha convencido con su palabra hecha vida, una profecía cristiana. Se va bendiciendo; ayer mismo bendecía a todo el mundo, a toda la humanidad en el día de la resurrección, y después de hacerlo se marchó en silencio al cielo. Ahora toca mirar y seguir en la brecha abierta de un sueño eclesial en el que él nos ha despertado y motivado para vivir esperanzados. Nos deja una Iglesia llamada a la sinodalidad y la fraternidad universal. Palabras para no olvidar nunca en el deseo de una Iglesia de Cristo, una comunidad profética en el mundo.
Iglesia afectada: «El pastor debe oler a oveja». La prolongación de la encarnación del Verbo sigue siendo un reto y una clave de la misión de la Iglesia. Tú nos has mostrado que hoy como nunca el mundo, la sociedad y los alejados necesitan una Iglesia afectada, con sensibilidad profunda y auténtica, y este es el verdadero tesoro que los cristianos llevamos en vasos de barro para que los demás pueden beber consuelo y esperanza.
Una Iglesia arriesgada: «Que no nos venza el miedo y el pesimismo, tentaciones del maligno». La salvación y la realización eclesial –su misión– no llegan por la seguridad, sino por el riesgo de la entrega: «El que quiera ganar su vida la perderá, y el que esté dispuesto a perderla
la ganará» (Mc 8,35). Lo mejor de la Iglesia no se desarrolla realmente cuando el criterio es la seguridad o conservación –provocados por el miedo– sin más frente a los otros. Tú nos has mostrado que, en Jesús, la persona y la comunidad cristiana se realizan y se enriquecen cuando se abren y arriesgan sin miedo para realizar los deseos y sueños más profundos y comprometidos. Una Iglesia generosa y gratuita: «Deseo una Iglesia pobre y para los pobres». Vencer la tentación de la posesión como elemento de seguridad es condición básica para poder vivir lo comunitario y ser comprometidos. Y tú con acierto nos has mostrado que la generosidad, como clave eclesial, enriquece y lleva a la plenitud su realidad sacramental. Solo hay un modo de ser Iglesia en tu estilo, la gratuidad que genera el verdadero amor: «Ha echado lo que tenía para vivir» (Mc 12,44). Iglesia sinodal de la comunidad y la fraternidad: «Acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños». Lo has tenido muy claro, para ti no hay yo sin nosotros: «Lo tenían todo en común» (Hch 4,32). La fe es comunitaria y construye comunidad. Una comunidad abierta al mundo: «Id por todo el mundo»
(Mc 16,15). Vivir y generar fraternidad: ahí está escondido el misterio de la vida y del Reino.
No has deseado otra cosa que nuestra Iglesia fuera de Cristo: «Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar tantas cosas, pero, si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona». No hay duda, la Iglesia no puede ser sin Cristo: «Sin él no podemos hacer nada» (Jn 15,5), y, si lo hacemos, pierde su valor más auténtico. Vivir desde el Padre es la clave fundamental desde la que vivió Jesús y en la que has vivido tú, querido padre, como pastor de la Iglesia, como hermano universal de la humanidad. Inolvidable el papa Francisco.
Para ser un pequeño del reino de los cielos
No hay evangelio que no venga del Espíritu acogido en el interior de lo humano, en la vivencia de la propia existencia que se levanta y se pregunta continuamente en el misterio del sentido y de la esperanza. La radicalidad del bautismo de Jesús arranca en la propia vivencia de la existencia humana. Existir es entrar en el bautismo cuando se hace peregrinación y búsqueda. La aldea de su propio interior es el lugar habitado por el Espíritu en el que se puede bautizar toda la humanidad.
El interior es el lugar de la revelación del Padre que ama, que manifiesta su voluntad de salvación, que envía, que habla, que actúa en medio de la historia. Es en la mirada de toda la historia de salvación, así como en la propia, donde Jesús experimenta la acción que lo enriquece con los sentimientos del verdadero Espíritu que viene de lo alto.
La historia y los profetas, significados por Juan, esperan esa acción transformadora del Espíritu que bautiza en la esperanza y el sentido de lo verdadero. Están deseando la llegada del Reino, y lo esperan por los caminos de lo más humano y lo más sencillo; será este Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Él mismo se descubrirá en lo que le trasciende y le hace ser fundamento de una esperanza teológica, su filiación divina, en la sacramentalidad de lo limitado y lo pequeño. Se hará referencia pública de lo experimentado ocultamente, en la sencillez de la aldea y en la humildad del corazón.
Todo lo que manifieste será lo recibido del Padre en la luz del Espíritu, nada hablará ni hará nada por su cuenta, pero todo lo realizará con autenticidad y originalidad.
El Evangelio está en la vida y en la calle, toca reconocerlo con la mirada divina y con la pasión humana. Bautizarse en Cristo, recibir el bautismo de su Espíritu Santo, es adentrarse en la contemplación de la humanidad desnuda, donde la voluntad del Padre se cumple como en el cielo, ahora es por la tierra por donde campea la acción salvífica sin vuelta atrás, ya se está celebrando públicamente un bautismo de novedad y de vida.
Nuestro Adviento está abierto y es el momento de agacharse y contemplar cómo las correas de sus sandalias ya están desabrochadas, porque camina por la libertad, porque ya está su Buena Noticia entre nosotros y nos abrazamos a él en los pequeños signos de liberación y de amor que están vivos en los más sencillos y comprometidos de la historia.
Acordes encarnados:
Francisco, palabra hecha vida
Bendijo la tierra, la herida y el pan,
la risa del niño, el dolor del afán.
Y un día de Pascua, alzando los ojos,
se fue con el cielo, sin ruido ni enojos.
- FRANCISCO, PALABRA HECHA CARNE | A. Calvo & P. Monty