Reflexión para el domingo de la Trinidad Dios amando a Dios, tan cerca y común

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La Trinidad no es un silogismo para entender, es un misterio para amar, para vivir, para gozar, para sufrir.

En nosotros está Dios y en los otros está Dios y cuando nos encontramos profundamente, un encuentro del alma, un encuentro por dentro, un encuentro del uno en el otro, es nada más y nada menos que una relación trinitaria.

Cada creatura da amor, recibe amor y es amor; cada persona, cada cosa, es sacramento del Padre cuando da, es sacramento del Hijo cuando recibe, es sacramento del Espíritu porque es amor. 

Trinidad tan cerca y común: toda creatura se está dando, toda creatura está recibiendo, toda creatura está en éxtasis, todo está enamorado de todo, el universo es historia de amor.

Todo, esta es la gracia, tiene relaciones trinitarias con todo, en todo y todos está Dios amando a Dios.

“Dice el Señor a mi Señor” (Salmo 109). “Lo más esencial y lo más profundo de mí, escuchando lo más esencial y lo más profundo en el otro.  De Dios a Dios” (Etty Hillesum, Diario, 17-9-1942).

La Trinidad no es un silogismo para entender, es un misterio para amar, para vivir, para gozar, para sufrir. En nosotros está Dios y en los otros está Dios y cuando nos encontramos profundamente, un encuentro del alma, un encuentro por dentro, un encuentro del uno en el otro, es nada más y nada menos que una relación trinitaria: es Dios que se encuentra con Dios, Dios que da, que se entrega, Padre; Dios que recibe, que acoge, Hijo; y Dios que nos hace uno, Espíritu Santo.

Hay relaciones trinitarias no solamente entre las personas sino entre todas las creaturas. Cada creatura da amor, recibe amor y es amor; cada persona, cada cosa, es sacramento del Padre cuando da, es sacramento del Hijo cuando recibe, es sacramento del Espíritu porque es amor. 

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Es como en el caso de la señora que me daba su dolor contándomelo y yo se lo recibía escuchándoselo; el uno daba, el otro recibía; ella, que daba, era sacramento del Padre; yo, que recibía, sacramento del Hijo; y entre nosotros, como una tensión que nos hacía uno, se respiraba consuelo, Espíritu Santo.  Es como la noche que se llena de la luz del día y ya no es noche, se vuelve también día, resultan un solo tiempo los momentos que parecían diferentes, el día que da la luz, sacramento del Padre, la noche que se deja iluminar y se vuelve amanecer, sacramento del Hijo, y la luz que los hace uno, sacramento del Espíritu.   Es como el papá que casi al expirar, en su cama de hospital, dejó un mensaje a todos los suyos, “díganles que los amo, los amo, los amo” y murió; expresó tres veces el amor porque el amor es siempre tres, uno que ama, otro que es amado y otro que es amor mismo. Es como la gallina que calienta su nidada y en el olvido de sí, en el silencio, saca sus pollitos; gallina que empolla, sacramento del Padre; pollitos que rompen la cáscara, sacramento del Hijo; y calor, sacramento del Espíritu.  Es como el sol que irradia la tierra y fecunda sus honduras apretadas de vida; el sol que da fertilidad, sacramento del Padre; la tierra que se llena de frutos, sacramento del Hijo, los rayos que transmiten energía creadora, sacramento del Espíritu.  Es como dos enamorados, que se entregan mutuamente, que se dan y se reciben, que gozan en la intimidad; los dos amantes, sacramentos del Padre que da y del Hijo que recibe, y la intimidad que los une en una sola carne, sacramento del Espíritu.  Es como la montaña que devuelve los frutos al sembrador que le había dado las semillas; dar y recibir, tan divino dar como tan divino recibir, montaña y sembrador, unidos en el Espíritu y haciendo cosas de Dios que es tres.  Es como la luz que no se deja ver y que muestra la belleza de todas las cosas, luz del Padre invisible que se refleja en el Hijo visible y que revela el esplendor de lo que somos hombres y mujeres y de todo lo que existe.  Es como las víctimas que van más allá de su dolor y entregan salvación a los mismos que les hicieron el mal y con su perdón hacen nacer de nuevo a sus antiguos victimarios; las víctimas que posibilitan perdón y vida nueva, presencia del Padre que ama sin condiciones; los que salen de la muerte de odio y violencia, prueba del Hijo que resucita; y la paz que abraza a todos, regalo del Espíritu.

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Trinidad tan cerca y común: toda creatura se está dando, toda creatura está recibiendo, toda creatura está en éxtasis, todo está enamorado de todo, el universo es historia de amor; Dios no está por fuera de nadie ni de nada, Dios está por dentro de todos y todo; y es su amor, el mismo que hace uno al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, la fuerza que lo mueve todo. Lo que sucede en todos los tiempos y en todos los lugares es revelación y contemplarlo es teología.  Todo, esta es la gracia, tiene relaciones trinitarias con todo, en todo y todos está Dios amando a Dios; la ley del tiempo es la de la eternidad, el cielo habita en la tierra, la física es teofanía, el más allá es más acá y nunca lo agotaremos.  Así y todo, trascendencia, misterio, no para entenderlo, sí para amarlo, vivirlo, gozarlo y sufrirlo.

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