Reflexión sobre dos hechos de esta pascua en Colombia La Virgen de palo que lloró y la semana de solidaridad con las víctimas

Día de la memoria y solidaridad
Día de la memoria y solidaridad

Hay dos hechos sucedidos en esta pascua, y sólo en apariencia desconectados, que mueven esta reflexión que les propongo: la Virgen de palo que lloró y la semana de solidaridad con las víctimas del conflicto.

Tenemos un cristianismo cínico que se conmueve y grita milagro cuando llora una imagen de palo o de yeso, no cuando llora la carne herida y sufrida… todo esto, tan extraño al Evangelio, da mucho para pensar: tal vez en la mente de muchos fieles Dios no se encarnó, no se hizo humano, Dios se “empaló”, se hizo palo; o se “enyesó”, se hizo yeso;  mientras sean las estatuas las que nos conmueven tenemos que ser honestos y decir que perdimos la religión de la encarnación y nos quedamos con la del “empalamiento” o la del “enyesamiento”.

Durante la jornada, me entré por curiosidad a algunas iglesias del centro, a ver qué decían los predicadores de todo esto que pasaba afuera, de las víctimas que estaban en las calles, y no decían nada...si la Iglesia no logra conmovernos ante el dolor de las víctimas, y si no logra que veamos a Cristo en los crucificados de hoy, los que también están resucitando y actualizan el misterio de Dios, es que ha perdido sentido, está llamada a desaparecer, ya no tiene nada que ofrecer.

Sí la Iglesia nos inspira para conmovernos ante las lágrimas de la imagen de Rioblanco, pero no nos dota de compasión ante las lágrimas de las víctimas, ya no es más la Iglesia de Jesús, se trata de otra religión, la religión de Jesús, allí donde él da culto, allí donde se pone en éxtasis, es el sufrimiento de los pobres.

Termino con una cita de Juan Bautista Metz, el mismo teólogo que nos hablaba de la autoridad de los que sufren: “Si no se escucha en nuestras homilías sobre la resurrección el grito del Crucificado, entonces este anuncio es mitología sobre la victoria, y en ningún caso el corazón de la teología cristiana”. 

Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, las puertas de la indiferencia sí que lo lograrán.

Hay dos hechos sucedidos en esta pascua, y sólo en apariencia desconectados, que mueven esta reflexión que les propongo.  

El primero es el que se ha vuelto viral y anda por las redes y también en algunas predicaciones y es que los fieles de Rioblanco, Tolima, dicen que, durante la procesión con la Virgen dolorosa, la imagen resultó llorando; los feligreses, pueden buscar el video donde se ven las lagrimas correr y se oyen las voces de los devotos, se emocionan y exclaman “ay, que linda, mira cómo llora”, “está llorando, no la toquen, no la toquen”, “ay, mamita hermosa”; el mismo párroco se desbordó y escribió en los medios que la vigilia pascual sería en acción de gracias por las lágrimas de la Virgen.

lagrimitas
lagrimitas

El segundo, que no es tan viral en las redes y muy escaso en las predicaciones que he oído, es que la octava de pascua que celebramos coincide con la semana de solidaridad con las víctimas del conflicto armado, las que según datos de la unidad de víctimas son 9,472,019.  Se han hecho encuentros académicos, no han faltado testimonios desgarradores, velatones, plantones, y ayer, aquí en Medellín, como en tantas otras ciudades, los sobrevivientes de esta guerra que continúa salieron a la calle, a la Avenida Oriental, plantaron sus carpas y debajo de ellas visibilizaban los hechos victimizantes:  estaban las mujeres buscadoras con las fotos de sus seres queridos desaparecidos; los que han sido secuestrados o han tenido familiares secuestrados; los mutilados por minas antipersona; los colectivos lgbtiq+, Casa Diversa, Comuna 8,  que han sido y siguen siendo carnada de esta guerra de machos, los que han visto invadidos sus territorios y han sufrido ya sea desplazamiento forzoso o confinamiento; se podía experimentar la tragedia de tantos niños y niñas reclutados para la guerra; se escuchaban también relatos de tortura y degradación del ser humano…

¿Dónde están?
¿Dónde están?

Y yo veía la gente pasar y la inmensa mayoría lo hacían indiferentes, ni miraban… alguna señora, que llevaba una medallita en el pecho, dijo que porque habían escogido ese lugar tan transitado, que estaban estorbando el paso; esta al menos dijo algo, muchos no dijeron nada.  Las personas que se veían interesadas en los relatos eran las mismas víctimas, los mismos con las mismas, los de desaparición forzada iban a la carpa de los secuestrados, los lgbtiq+ en la carpa de los amputados por las minas, los desplazados escuchaban a los torturados.  y esas mismas personas, víctimas y algunos que las acompañábamos, eran las que habíamos estado la noche anterior en la velatón y los que iríamos esa tarde a otro evento que siguió en el museo Casa de la Memoria; “sólo el semejante conoce al semejante”.

Un grupo de madres buscadoras de desaparecidos hizo una performance visibilizando su dolor y su lucha, y, una de ellas, al ver que nadie las miraba, se salió del libreto y gritó “nadie está grabando, alguno que haga el video”; al ver que era el único que las estaba mirando me tocó sacar el celular y grabar; pasaron varios grupos de monjas, con sus hábitos y su piedad, y no se detuvieron; pasó un cura joven, de sotana, y se fue por un ladito, se bajó de la acera de los peatones, donde estaban las víctimas, y mejor se arriesgó en la calle, al lado de los carros; pasaron otros sacerdotes, lo sé por el distintivo que llevaban, y se repitió lo de la historia de Jesús, la del hombre tirado en la cuneta en el camino de Jericó… Aquí las víctimas también lloraban, como la Virgen de Rioblanco, pero nadie gritaba nada, nadie se conmovía… tenemos un cristianismo cínico que se conmueve y grita milagro cuando llora una imagen de palo o de yeso, no cuando llora la carne herida y sufrida… todo esto, tan extraño al Evangelio, da mucho para pensar: tal vez en la mente de muchos fieles Dios no se encarnó, no se hizo humano, Dios se “empaló”, se hizo palo; o se “enyesó”, se hizo yeso;  mientras sean las estatuas las que nos conmueven tenemos que ser honestos y decir que perdimos la religión de la encarnación y nos quedamos con la del “empalamiento” o la del “enyesamiento”. 

Performance, Desde Adentro
Performance, Desde Adentro

Durante la jornada, me entré por curiosidad a algunas iglesias del centro, a ver qué decían los predicadores de todo esto que pasaba afuera, de las víctimas que estaban en las calles, y no decían nada, nada es nada, hablaban de un muerto que había resucitado hace dos mil años y que se había aparecido a unos que iban camino a una aldea ya perdida en el tiempo; en esas iglesias me sentía en un mundo que no existe, en una religión que no es humana, en algo extraño a la sensibilidad de Jesús. Si la Iglesia no logra conmovernos ante el dolor de las víctimas, y si no logra que veamos a Cristo en los crucificados de hoy, los que también están resucitando y actualizan el misterio de Dios, es que ha perdido sentido, está llamada a desaparecer, ya no tiene nada que ofrecer.

Lolita Londoño y el árbol de la vida
Lolita Londoño y el árbol de la vida

Todo esto lo afirmo, porque sé, conozco mi gente paisa, que muchos de los que pasaron indiferentes entonaron aleluya, encendieron el cirio del resucitado y cumplieron el precepto de la comunión pascual… pero es una pascua de palo, no el misterio que pasa en la muerte y resurrección de estas personas que están gritando, el pueblo crucificado del que hablaba San Romero…  Increíble pensar que al celebrar la resurrección no recordemos que Dios se puso de parte de una víctima, de un crucificado, y que lo que llamamos cristianismo nació de ahí.  Me fatiga, me duele, me bota, este cristianismo emocionado por una imagen de palo o yeso que llora, y que se suma al negacionismo y olvido de este país que mira el dolor por televisión y pasa el canal.  Sí la Iglesia nos inspira para conmovernos ante las lágrimas de la imagen de Rioblanco, pero no nos dota de compasión ante las lágrimas de las víctimas, ya no es más la Iglesia de Jesús, se trata de otra religión, la religión de Jesús, allí donde él da culto, allí donde se pone en éxtasis, es el sufrimiento de los pobres.   En estos días escucho también a las madres de la Candelaria que gritan: “nos duele la maldad de los malos, pero nos duele más la indiferencia de los buenos”.  El clamor de las víctimas, en un país de mayorías cristianas, tiene que ser viral.

Termino con una cita de Juan Bautista Metz, el mismo teólogo que nos hablaba de la autoridad de los que sufren: “Si no se escucha en nuestras homilías sobre la resurrección el grito del Crucificado, entonces este anuncio es mitología sobre la victoria, y en ningún caso el corazón de la teología cristiana”.  Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, las puertas de la indiferencia sí que lo lograrán.

Colectivo lgbtiq+ Casa Diversa
Colectivo lgbtiq+ Casa Diversa

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