La triste historia de un borriquito que quiso estudiar para caballo (II)



Remigio comió poco al almorzar; porque notaba como si tuviera atragantado un ovillo de plomo en el pecho. Casi no habló durante la comida y mucho menos hizo ningún comentario con la familia sobre la conversación que había escuchado, porque no acababa de creer él mismo que hubiera escuchado hablar entre si a los dos burros. Cuando le preguntó su esposa si estaba mal o por qué comía tan poco, respondió secamente:


-No lo sé. Bien no estoy. Me voy a acostar otro poco a la chousa hasta que baje un poco el sol para volver a salir con el tractor.

Cerró detrás de sí la puerta de la cocina y volvió para cerca de los dos asnos; pero ahora se acostó en un extremo, a la sombra del viejo roble que todavía conservaba la hoja. No tenía curiosidad por seguir escuchando más, ya que era suficiente lo que había oído para poder digerirlo, pero después de un buen rato acostado boca arriba, con las manos detrás de la nuca y reparando en las filigranas que dibujaban los rayos de sol por entre las hojas del roble, no pudo menos de escuchar al burro padre que decía:
- Suponiendo que te permitiesen estudiar para caballo, de donde piensas que puedo sacar yo los cartos pra pagarte los estudios?


Respondió sin perder la calma el hijo:

- Ya lo pensé; pero ahora eso no es problema, papá; que hay becas para la igualdad de oportunidades.

Sentenció el padre en son de no poco escepticismo, hijo de años de desengaños y del hambre pasada, porque el hambre repetida a menudo en la infancia lo primero que mata en algunos es la esperanza de volver a comer y engendra escépticos:

- ¡Qué inocente eres, hijo mío! Esas igualdades de oportunidades sólo están en las propagandas. ¿No ves que la desigualdad ya nace con cada uno, dependiendo de si viene al mundo a la ventimperie o en una cuadra. Y, si viene en una cuadra, siguen las diferencias dependiendo de si lo paren en cemento, en cama de goma, o en mullido de restrojos.

Sentenció también el pequeño con toda la ingenuidad, hija de la confianza de quien no llegó a experimentar lo que es pasare hambre:


- No tine por que ser más inteligente el que nace en cama de goma que el que nace a la ventimperie.


Volvió a haber silencio y le tocó romperlo al burro padre diciendo:
- No sé si acertaré decir lo quiero decir; pero yo entiendo que aunque dos vengan al mundo con la misma inteligencia a la hora de nacer, pueden no tener posibilidades de despertarla de la misma manera, debido al ambiente en que se críen... Y pra eso de los estudios me parece a mí que no es lo mismo criarse entre libros o en un ambiente cultivado que criarse apartado de ellos. Claro que no es suficiente con tener libros y verlos por fuera, hay que meterse dentro de ellos; pero así y todo...

- Eso puede superarse a base de esfuerzo, -interrumpió el hijo-. Usted me deja estudiar para caballo si saco una beca?
Se hizo un nuevo silencio durante el que el padre no dejó de mover la cabeza a ritmo lento y acompasado. Luego, en tono muy cordial, muy sincero y muy dolorido, dijo con voz rebosante de ternura:

- Ven, acércate más a mí. No sabes lo que me pides. Fíjate: yo voy envejeciendo y si tú me faltas voy a tener que cargar con lo que ya no pueda... Con todo, eso no sería lo peor, porque hace tiempo que he decidido no retenerte conmigo contra tu voluntad; pero, las becas, aunque la consiguieras, no cubrirán todos los gastos y yo no puedo hacer más de lo que ya hice hasta ahora. A veces se me pasa por la cabeza que quizás hubiera sido mejor que marchásemos para más cerca de una ciudad cuando eras pequeñito, pero agua pasada no mueve molino. Todos los padres deseamos que los hijos seáis más felices de lo que fuimos nosotros, pero... las cosas son como son y no hay que hacerles. Debe ser cierto que cada uno nace con su destino que está desde siempre escrito en las estrellas.

El borriquito restregó su hocico contra el cuello padre y luego dijo:

- Mucho me falta por saber, porque no sé distinguir entre paciencia con esperanza y resignación que paraliza.

- No sé qué quieres decir, hijo.




- La paciencia hace falta para darle tiempo al tiempo; pero la excesiva resignación ante las dificultades impide luchar por lo que se quiere y anticipa la derrota.

No pudo aguantar más Remigio, se levantó súbitamente y fue directo a donde estaban. Aún no había acabado de llegar a junto de ellos, dijo:

- Así que quieres estudiar para caballo. He visto cosas más al revés.

- No haga caso, mi amo, -intervino el padre-. Este pequeño tiene mucha imaginación y por veces sueña con querer ser más del que puede.

Siguió Remigio, acariciándole la cabeza por entre las orejas al borriquito.
- Si vales, has de estudiar. De eso me encargo yo, tanto si tienes beca como si no.
Y si Dios da salud, no te faltará para poder alternar como es debido, que tú gastador no has de ser.

Luego, se dirigió al padre diciendo:

-Y tú no tengas miedo, que prometo no imponerte más cargas de las que puedas llevar con desahogo; que ahora yo no estoy tampoco para echarte a lomos grandes pesos y para lo más bruto ya tenemos el tractor.

Al borriquito le resbalaban lágrimas como puños; pero por detrás de las lágrimas, sus ojos sonreían. Entre sollozos agradeció:


-Usted sí que es un amo caritativo.

Estas palabras, en lugar de producirle satisfacción a Remigio, avivaron los remordimientos que se habían despertado mientras cavilaba acostado boca arriba; pues era bien consciente de que lo que se disponía a hacer no era caridad. Su gesto, aparentemente magnánimo, no pasaba de simple justicia; porque el burro padre llevaba años y años trabajando en su casa sin más pagada que la comida. Y, por si fuera poco, se había mantenido muchas veces de lo que pacía en montes comunales. Por bien poco se había hecho dueño de sus mejores años, sin siquiera tenerlo al día en las cotizaciones de la Seguridad Social; porque él no reclamaba y los sindicatos no tienen carnés pra burros de carga perdidos en una aldea cualquiera, o, si los tienen, es pra hacer bulto y pagar las cuotas. Algo o alguien dijo dentro de él mismo: -¡Qué fácil es pasar por bueno entre los desmaliciados!


Comenzaron los estudios y en los primeros tiempos incluso parecía que el borriquito saltaba los cursos como antes saltaba por encima de los matorrales. Fue objeto de consideraciones por parte de sesudos catedráticos, pedagogos, psicólogos y sociólogos. Se le aplicó una batería de test que dio como resultado que su inteligencia era en dos puntos superior a la de los caballos de los rejoneadores de la fiesta nacional. Las distintas cadenas de televisión competían a ver cual había de dar la noticia más sensacionalista entorno al borriquito que aspiraba la desclasarse y ser caballo. Pero en la clandestinidad también había círculos hurgando en las tendencias de sus antepasados, en algún posible cruce adúltero de razas e incluso algún moralista afirmó que pasar de asno a caballo era contra natura. Le rebatió un filósofo afirmando que contra natura no, porque la diferencia era sólo de especie no de género y como prueba ahí están mulas y burreznos. Pero eran más los que se hacían lenguas de los adelantos del joven burro y de la apertura a la modernidad de un estado que facilitaba que los burros de siempre pudiesen acceder a estudios para caballos. Incluso se dio el caso de que un procurador en cortes casi vitalicio, por el tercio familiar y por designación directa del Jefe del Estado, que había olvidado que él también provenía de lo rural, propuso mandar a todas las escuelas nacionales rurales un póster apaisado de ochenta por treinta del borriquito con cara de caballo, largas crines y pecas blancas rodeado de niños y niñas.

Otro también intentó hacerse notar insinuando que se podían vender los póster a particulares que los quisieran por el módico precio de 2.000 pesetas que se destinarían a una fundación benéfica; pero no prosperó la propuesta por no ser defendida con ardor, debido a que le escuchó decir a otro en voz baja y tapando la boca con la mano:

-Sí. Y así se descargan conciencias de lo que robaron, haciendo que hacen caridades.
El día que se abra la veda y algunos podamos hablar…

Esta historia remató mal. Remató muy mal.



El borriquito llegó a la universidad, es cierto, pero no logró hacer carrera. Enseguida dejó de ser noticia. Ni siquiera se le dio publicidad a su forzada expulsión, que mejor debería llamarse exclusión. En un informe interno consta que no rendía debidamente en los estudios y era una carga para el erario público por dejarse engañar por una burrita de su misma edad. Pero en realidad la verdadera causa de que se le cerraras caminos fue que las plazas no llegaban ni a medio para los hijos del "cuerpo".
Avergonzado no volvió a aparecer por la casa de Remigio, ni para el entierro de su padre que murió de saudade dos años después.

Había muchos vecinos que preguntaban por él al principio, pero también se fueron olvidando, porque, al fin y al cabo, sólo era un burro más que tuviera que emigrar.
Los años pasan para todos y hace algunos un hijo de Remigio pasó por Sevilla en un viaje del INSERSO para pensionistas y lo reconoció cerca del Parque de María Luísa, haciendo un trabajo más propio de caballos: uncido a una calesa de cuatro asientos de viajeros además del chófer. Lo reconoció por un lunar que tenía detrás de la oreja izquierda y se acercó para hablarle; pero el burro, con aspecto de muy cansado, ni lo miró. Siguió con la vista fija, encajada entre las orejeras y perdida en el horizonte de ninguna parte.

Pensó para sí el hijo del Remigio y no pudo evitar decirlo en voz más alta de lo normal:
- Pobre. No dio hecho carrera pero aprendió bien las direcciones prohibidas.


Epílogo:


Perdona lectora o lector, que también a mí me gustaría que esta historia tuviese un final distinto y fuese historia pasada. Sé que otras historias terminan mejor, por ejemplo la mía, ya que pude terminar la carrera y muy a menudo me olvido de los que no pudieron ni siquiera empezarla. Algunos llevan años en la cárcel.

Decía al comienzo que se escribió y se contó en público hace muchos años, en aquellos en que fue merecedora de ser “evacuada” en forma de resume a la autoridad provincial competente por la autoridad local incompetente, que también estaba muy atenta con uniforme o sin él a mis homilías para “evacuar” también los oportunos resúmenes de las mismas. Como cumplía con el deber que le habían impuesto y tenía hijos que mantener, seguimos llevándonos bien.

Hoy la historia del borriquito que no dio hecho carrera podía tener muchos finales muy distintos,
como por ejemplo: que sin necesidad de falsear expedientes llegó a ocupar altos cargos en política, por lo que, mientras otros están en el paro y sin perspectivas, el a los 50 años tiene garantizada una pensión vitalicia que nunca podría soñar su padre ni él mismo. ¿Por qué no juegas a ponerle otro posible final?
Por otra parte, también hoy es mucho más fácil desacreditarnos a mí y a muchos otros curas o cristianos comprometidos que hicimos gratis una notable labor de suplencia social. Basta con decir, por parte de los que reclaman memoria histórica convencidos de que el mundo empezó con ellos, que somos retrógrados, oscurantistas, parásitos, hijos de la casta y, como traca final, que vivimos de la muerte.

Para los que deseen leerlo en gallego




A triste historia dun burriño que quixo estudar pra cabalo
Remixio comeu pouco ó xantar; porque notaba coma se tivese atrancado un nobelo de chumbo no peito. Case non deu palabra e moito menos fixo ningún comentario coa familia sobre a conversa que viña de escoitar entre o Burriño e seu pai, porque aínda non acababa de crer el mesmo que en verdade tivese escoitado falar entre eles ós dous burros. Cando lle preguntou a muller se estaba mal ou por que comía tan pouco, respondeu secamente:

-Non o sei. Ben non estou, Voume deitar outro pouco á chousa ata que baixe un pouco o sol pra volver a saír co tractor.

Cerrou detrás de si a porta da cociña e volveu prá chousa; pero agora deitouse nunha beira, á sombra do carballo vello que aínda non tirara a folla. Non tiña curiosidade por oír máis ós burros, xa que lle chegara ben o que escoitara pra poder dixerilo: pero despois dun pouco de estar deitado boca arriba, coas mans detrás da caluga e reparando nas filigranas que debuxaban os raios de sol por entre as follas do carballo, non puido menos de escoitar ó burro pai:
-E, supoñendo que che permitisen estudar pra cabalo, de onde pensas que podo aricar eu os cartos pra pagarche os estudos?

Respondeu sen perder a calma o fillo:

-Agora iso non é problema, papá; que hai becas prá igualdade de oportunidades.
Sentenciou o pai en son de non pouco escepticismo, fillo de anos de desenganos e da fame pasada, porque a fame repetida a miúdo na infancia en algúns o primeiro que mata é a esperanza de volver a comer e fai escépticos:

- Que inocentiño es, meu neno! Esas igualdades de oportunidades só che están nas propagandas. Non ves que a desigualdade xa nace con cada un, dependendo de se vén ó mundo á ventimperie ou nun cortello? E, se vén nun cortello, tamén seguen as desigualdades dependendo de se o paren en cemento, en cama de goma, ou en lastrado de toxos.

Sentenciou tamén o rapaz con toda a inxenuidade, filla da confianza de quen non chegou a experimentar o que é pasar fame:

- Non tén por que ser máis intelixente o que nace en cama de goma ca o que nace á ventimperie.

Volveu a haber silencio e tocoulle rompelo ó burro pai dicindo:
- Non sei se atinarei a dar dito o quero dicir; pero eu entendo que aínda que dous veñan ó mundo coa mesma intelixencia á hora de naceren, poden non ter posibilidades de espertala da mesma maneira, debido ó ambiente en que se críen... E pra iso dos estudios paréceme a min que non é o mesmo criarse entre libros ou nun ambiente cultivado ca criarse apartado deles. Claro que os libros non abonda con telos e ollalos desde fóra, hai que meterse dentro deles; pero así e todo...

- Iso pode superarse a base de esforzo, -interrompeu o fillo- Vostede déixame estudar pra cabalo se saco unha beca?
Fíxose un novo silencio durante o que o pai non deixou de xenegar a testa a ritmo lento e compasado. Logo, en son moi cordial, moi sincero e moi dorido, dixo con voz que zumegaba tenrura.

- Ven, achégate máis a min… Non sabes o que me pides, meu fillo. Fíxate ben: eu agora xa vou indo pra vello e se ti me faltas vou ter que cargar co que xa non poida... Con todo, iso non sería o peor, que xa hai tempo que teño decidido non reterte comigo contra o teu gusto; pero, as becas, aínda que as conseguises, non han cubrir tódolos gastos e eu non podo facer máis do que xa fixen ata agora. Ás veces pásaseme pola cabeza que quizabes fose mellor que marchásemos pra máis cerca dunha cidade cando eras pequeniño, pero auga pasada non move muíño. Tódolos pais desexamos que os fillos sexades máis felices do que fomos nós, pero... as cousas son como son e non hai que facerlles. Debe ser certo que cada un nace co seu destino que está dende sempre escrito nas estrelas.

O burriño restregou o seu fociño contra o pescozo do pai e logo díxolle:

- Moito me falta por saber, porque non sei distinguir entre paciencia con esperanza e resignación que paraliza.

- Non sei que queres dicir, fillo.



- A paciencia fai falta pra darlle tempo ó tempo; pero a excesiva resignación ante as dificultades impide loitar polo que se quere e anticipa a derrota.
Non puido aguantar máis Remixio, ergueuse súpeto e foi directo a onde estaban o burro grande e o burriño. Aínda non acabara de chegar a xunto deles cando dixo dirixíndose ó burriño:

- Así que queres estudar pra cabalo. Pois, teño visto cousas máis ó revés.

- Non faga caso, mi amo, -interveu o pai- Este pequeno tenlle moita imaxinación e por veces soña con querer ser máis do que pode.

Seguiu o Remixio, apaxándolle a cabeza por entre as orellas ó burriño:
- Se vales, has de estudar. Diso encárgome eu, tanto se tes beca coma se non, e se Deus dá saúde, non che ha faltar pra poder alternar como é debido, que ti gastador non has ser.

Logo, dirixíndose ó pai díxolle:

-E ti non teñas medo, que prometo non impoñerche máis cargas das que poidas levar con desafogo; que agora eu non estou tampouco pra botarche ó lombo grandes pesos e pró máis bruto xa temos o tractor.

Ó burriño escoábanlle bágoas coma puños; pero por tras das bágoas, sorríalle a santiño dos ollos. Entre saloucos agradeceu:

-Vostede si que é un amo caritativo.

Estas palabras, en lugar de producirlle satisfacción a Remixio, avivaron os remorsos que espertaran mentres cavilaba deitado boca arriba, pois era ben consciente de que o que estaba a facer non era caridade. O seu xesto, aparentemente magnánimo, non pasaba de simple xustiza; porque o burro pai levaba anos e anos traballando na súa casa sen máis paga ca comida. E, aínda por riba, tíñase mantido moitas veces do que pacía en montes comunais. Por ben pouca cousa fixérase dono dos seus mellores anos, sen sequera telo ó día nas cotizacións da Seguridade Social; porque el non reclamaba e os sindicatos non teñen carnés pra burros de carga perdidos nunha aldea calquera, ou, se os teñen, é pra faceren vulto e pagaren as cotas. Algo ou alguén dixo dentro del mesmo: - Que doado é pasar por bo entre os desmaliciados!

Comezaron os estudos e nos primeiros tempos o burriño mesmo parecía que brincaba por riba dos cursos como antes brincara por riba das toxeiras. Foi obxecto de consideracións por parte de sisudos catedráticos, pedagogos, psicólogos e sociólogos. Aplicóuselle unha batería des test que deu como resultado que a súa intelixencia era en dous puntos superior á dos cabalos dos rexoneadores da festa nacional. As distintas cadeas de televisión competían a ver cal había de dar a noticia máis sensacionalista en col dun burriño que aspiraba a desclasarse e ser cabalo. Pero na clandestinidade tamén había círculos furgando nas tendencias dos seus antepasados, nalgún posible cruce adúltero de razas e incluso algún moralista afirmou que pasar de asno a cabalo era contra natura. Retrucoulle un filósofo que contra natura non, porque a diferenza era só de especie non de xénero e como proba aí están mulas e burreznos. Pero eran máis os que se facían linguas dos adiantos do burriño e da apertura á modernidade dun estado que facilitaba que os burros de sempre puidesen acceder a estudantes pra cabalo. Mesmo se deu o caso de que un procurador en cortes case vitalicio, polo tercio familiar e por designación directa do Xefe do Estado, que esquecera que el tamén proviña do rural, propuxo mandar a todas as escolas nacionais rurais un póster apaisado de oitenta por trinta do burriño con cara de cabalo, longas crins e amatas brancas rodeado de nenos e nenas.

Outro retrucou que se podían vender os póster a particulares que os quixesen polo módico prezo de 2.000 pesetas que se destinarían a unha fundación benéfica; pero non prosperou a proposta por non ser defendida con ardor, debido a que lle escoitou dicir a outro polo baixo e tapando a boca coa man:

-Si. E así descárganse conciencias do que roubaron, facendo que fan caridades. O día que se abra a veda e algúns poidamos falar…

Esta historia rematou mal. Rematou moi mal.



O burriño chegou á universidade, é certo, pero non deu feito carreira. Axiña deixou de ser noticia. Nin sequera se lle deu publicidade á súa forzada expulsión, que mellor debería chamarse exclusión. Nun informe interno consta que non rendía debidamente nos estudos e era unha carga pró erario público por deixarse engaiolar por unha burriña da súa mesma idade.Pero en realidade a verdadeira causa de que se lle pechases camiños foi que as prazas non chegaban nin a medio prós fillos do "cuerpo".
O burriño avergoñado non volveu a aparecer pola casa de Remixio, nin pró enterro de pai que morreu de saudade dous anos despois.

Había moitos veciños que preguntaban por el nos primeiros tempos, pero logo tamén se foron esquecendo, porque, ó fin e ó cabo, só era un burro máis que tivera que emigrar.
Os anos pasan pra todos e hai uns anos un fillo do Remixio, pasou por Sevilla nunha viaxe do INSERSO e recoñeceuno cerca do Parque de María Luísa facendo un traballo máis propio de cabalos, tirando por unha calesa de catro asentos de viaxeiros ademais do do chofer. Recoñeceuno por un luar que tiña detrás da orella esquerda e achegouse a el pra falarlle; pero o burro, con aspecto de moi canso e avellentado, nin o mirou. Seguiu coa vista encaixada entre as orelleiras e perdida no horizonte de ningures.

Pensou pra si o fillo do Remixio e non puido evitar dicilo en voz máis alta do normal:
- Pobre. Non deu feito carreira pero aprendeu ben as direccións prohibidas.

Epílogo:

Perdoa, lector ou lectora, que tamén a min me gustaría que esta historia tivese un remate distinto e fose historia pasada. Ben sei que outras remataron mellor, por exemplo, eu din feito carreira e moi a miúdo esquezo ós que non puideron nin sequera empezala. Algúns levan anos no cárcere.
Dicía ó comezo que se escribiu e se contou en público hai moitos anos, naqueles en que foi merecente de ser “evacuada” en forma de resume á autoridade provincial competente pola autoridade local incompetente que tamén estaba moi atenta con uniforme ou sen el ás miñas homilías pra “evacuar” igualmente os oportunos resumes das mesmas. Como o facía en cumprimento do deber que le impuxeran e tiña fillos que manter, seguimos levándonos ben.

Hoxe a historia do burriño que non deu feito carreira podía ter moitos finais moi distintos, como por exemplo: que, sen necesidade de falsear expedientes, ocupou altos cargos en política, polos que, mentres outros están no paro e sen perspectivas, el ós 50 anos ten garantida unha pensión vitalicia que nunca podería soñar seu pai nin el mesmo. Iso si, non por designación directa do Xefe do Estado, senón poi imposición democrática en listas electorais pechadas. Por qué non probas ti a poñerlle outros remates? Verás que é divertido… ou tráxico, depende.O que é case sempre é cabreante
Certamente, en 27 anos cabiou moito todo. Xa non fai falta “evacuar” resumes pra desacreditarme a min e a moitos outros curas e cristián comprometidos que fixemos gratis un notable traballo de suplencia social. Abonda con dicir, por pate dalgúns que reclaman memoria histórica convencidos de que o mundo comezou con eles, que somos retrógrados, escurantistas, parasitos, fillos da casta e, como traca final, que vivimos da morte.

Volver arriba