El arduo camino de los jóvenes de la selva peruana para obtener una plaza en la universidad pública Abriendo horizontes

Niurka y Nikol, estudiantes amazónicas
Niurka y Nikol, estudiantes amazónicas César Caro

Ingresar a la universidad no es fácil. Y no solo por el obstáculo puramente numérico (estamos hablando de miles de alumnos de toda la región Loreto para apenas unos cientos de plazas muy peleadas), sino por la brecha en los aprendizajes básicos que presentan los adolescentes de las comunidades del río, que terminan su secundaria lastrados por graves deficiencias en lectoescritura y matemáticas, y con un nivel académico real muy inferior al que dicen sus calificaciones.

Son las 8:15 de la mañana. Paso junto a “mi” oficina de Cáritas San José y las veo en la mesa ya estudiando. “¡¿Quién me está invadiendo?!” – grito, y así obtengo las primeras sonrisas del día, todo un lujo, ¿no? Que ya bastantes borrascas de amargura azotan esos mundos…

Se llaman Niurka y Nikol, y son de Tamshiyacu, un puesto de misión río Amazonas arriba, no muy lejos. Se están preparando para postular a una plaza en la facultad de Educación de la UNAP (Universidad Nacional de la Amazonía Peruana), la única universidad estatal que hay en Iquitos y creo que en todo el nor-oriente peruano. Pública y por tanto gratuita, detalle fundamental.

Porque en Perú las universidades, igual que los colegios, son un negocio como otros. Hay un montón de universidades privadas y también de institutos (centros que ofrecen estudios técnicos y profesionales) donde se ingresa de frente, sin necesidad de examen, pero la mensualidad es de 300 soles como mínimo. Y esto, unido a los gastos de hospedaje, alimentación, útiles, movilidad, ropa… hace que muy pocas familias de nuestro territorio, en general pobres dedicados a la pesca y la agricultura de subsistencia, tengan alguna expectativa de que sus hijos accedan a estudios superiores.

Dentro de un rato aparecerá Nilver, un chico del río Putumayo que apunta a Antropología. Y tenemos a dos jóvenes más en la misma faena: Lady, su hermana, que concurre en la modalidad de pueblos indígenas, y Anita, que es de una comunidad llamada Cochiquinas, cerca de Pebas, en el Amazonas, y también desea ser maestra. A los que logren su cupo, el Vicariato les concederá una beca que les permitirá avanzar en su proyecto.

Pero no es tan fácil. Si uno se presenta al examen, que es el 3 de marzo, así nomás, tiene muy pocas posibilidades. Y no solo por el obstáculo puramente numérico (estamos hablando de miles de alumnos de toda la región Loreto para apenas unos cientos de plazas muy peleadas), sino por la brecha en los aprendizajes básicos que presentan los adolescentes de las comunidades del río, que terminan su secundaria lastrados por graves deficiencias en lectoescritura y matemáticas, y con un nivel académico real muy inferior al que dicen sus calificaciones.

Por eso es casi obligado, y especialmente para los de fuera de la ciudad, apuntarse a una “Pre”, es decir, a una academia donde preparan específicamente para la prueba. Las Pres son otro pelotazo: una marea de chicos y chicas desesperados por ingresar a la universidad, lugares donde compruebas que es cierto que más de la mitad de la población del Perú tiene menos de 18 años, ¡qué muchedumbres! Por supuesto les cobran hasta por respirar: la matrícula, el libro (lo llaman “prospecto”), tasas de varios pelajes y diez soles por cada simulacro. Lo explico.

Nuestras huambras pasan la mañana en el Vicariato estudiando, almuerzan acá y se marchan a sus clases en la Pre. Cuando salen van a casa de la tía de una de ellas, donde se alojan, pero allí no se dan las condiciones para concentrarse en el estudio por el ruido y por el hacinamiento; por eso regresan a mi despacho al día siguiente. Los profesores de la Pre se enfocan mucho en el examen: el estilo de las preguntas, los contenidos que suelen caer… Cada sábado hay un ensayo (“simulacro”) con modelos similares al de verdad o de otros años, se miden los puntajes y los estudiantes pueden ir calibrando qué tan cerca estarían de lograr su objetivo.

Les damos una mano para que puedan inscribirse en la Pre y durante estas semanas dedicadas a estudiar a full, y rezamos para que se les dé bien y tengan éxito. Voces derrotistas dicen que las plazas están todas vendidas… pero yo he visto ya ganar a algunos de nuestros muchachos, y hay que creer. Ese día buscaremos una torta “selva negra” para celebrarlo, recién podrán obtener la beca y entonces comenzará una vida nueva para ellos, con un bonito futuro si aprovechan su oportunidad.

Y las ayudas para esas becas llegan de organizaciones y personas generosas. Mensajeros de la Paz lleva algunos años apoyando; las comunidades parroquiales del arciprestazgo de Fregenal-Fuente de Cantos (Mérida-Badajoz) están haciendo una campaña y nos enviaron 3000 € hace pocos días; las Cáritas de mis queridos pueblos Valencia del Ventoso y Valle de Santa Ana compartieron este año el resultado de su “Pincho solidario” y su gesto de Navidad respectivamente; en Zafra la Junta Local de Hermandades y Cofradías se ha comprometido y organizó un chocolate con churros el pasado sábado 17 de febrero. También en Valle de Matamoros, en Mérida, La Lapa, Atalaya… Y mucha gente aporta personalmente su poquito. A todos les digo gracias, porque realmente merece la pena el esfuerzo. Es abrir horizontes para Nikol y Niurka, y otros muchos. Ya les contaré cómo les va a estas mocitas.

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