Misión de Santa Clotilde, en el río Napo. La más completa del Vicariato San José del Amazonas (Péru) La madre de todas las visitas

La madre de todas las visitas
La madre de todas las visitas

Santa Clotilde es un mundo inagotable y fascinante. Una catarata de reuniones, conversaciones, encuentros, celebraciones. Para que todos se sientan parte activa del Vicariato, para vivir que caminamos juntos con una misma inspiración, y acompañados, respaldados, valorados, cuidados.

Admiro a los misioneros, su coraje, su creatividad, su determinación, su entrega. Cuentan con laicos muy capaces, con trayectoria, formación, responsabilidad y posibilidades de liderazgo. Y me quedo con el cariño, el reconocimiento, el agradecimiento que en todo momento he sentido hacia el Vicariato, al que represento. Un orgullo y un gusto.

Una semana entera. Una población de 3000 habitantes. Un hospital y 15 puestos de salud. Un colegio con todos los niveles educativos y más de 1000 alumnos. Un internado de 150 chicos y chicas. Una parroquia que atiende a más de 70 comunidades. Un equipo de 15 misioneros (casi la cuarta parte del total del Vicariato) con tres comunidades religiosas y laicos. Casi nada. Santa Clotilde es un mundo inagotable y fascinante.

Allí me presenté, dispuesto a afrontar el reto de cumplir la agenda que me habían armado: una catarata de reuniones, conversaciones, encuentros, celebraciones. Para que todos se sientan parte activa del Vicariato, para vivir que caminamos juntos con una misma inspiración, y acompañados, respaldados, valorados, cuidados.

COLEGIO: Todos los alumnos en el patio interior. Decoración gigante en el escenario: “bienvenido”. Discursos, saludos, un programa completo: danzas amazónicas, teatro, canción ofrecida por los maestros. Wow. Luego paso por la mayoría de los salones (no me dio tiempo a todos, eran demasiados) para decir hola y arrancar una sonrisa a unos y a otros, y no fue difícil.

En las aulas de colegio

Más tarde, con el equipo directivo, una sesión más técnica, revisando aspectos de la organización de la institución, de su problemática y su momento actual. Escucho, pero también doy sugerencias y pido algunos ajustes en la línea de trabajar más cada vez más articuladamente con la oficina de la ODEC, que es el brazo que tiene el Vicariato para apoyar la gestión educativa de nuestros cuatro colegios, uno de ellos este.

HOSPITAL: Momento de buenos días con todo el personal al comienzo de la jornada y recorrido por las instalaciones. La micro-red de salud Napo, igual que el colegio y el internado, la tenemos el convenio con el Estado peruano. Dos largas reuniones demostrativas de las áreas de trabajo del centro, su estructura y funcionamiento, sus indicadores de logro, sus dificultades, sus perspectivas. Acá se lucha por dar a esta población, mayoritariamente indígena y en condiciones de extrema pobreza, una atención sanitaria de calidad humana y profesional. Mis respetos para los médicos, enfermeros, técnicos, laboratoristas (todos ellos y ellas)… Especialmente cuando salen de brigada a las comunidades; adonde también me fui una mañana, y lo cuento en la siguiente entrada.

INTERNADO: Pancarta en la puerta y atronador aplauso cuando ingreso en el comedor de las chicas, donde me esperan toditos. Adolescentes de entre 11 y 18 años, llegados de las comunidades del río, gente humilde que disfruta de esta oportunidad de estudiar. Palabras de acogida en español y en kichwa (alli shamushka turi César) y programa en el que me sacaron a bailar. Después diálogo con preguntas sobre mi juventud, mi vocación (¿Cómo decidiste ser sacerdote?)… risas, más palmas… en fin. Felicitación a los profes que viven con los jóvenes, a los que les dan reforzamiento escolar; son como sus padres.

En el internado

PARROQUIA: Encuentros con el grupo de pastoral juvenil, con los catequistas, con el consejo de pastoral. Otro cartel, gaseosa y galleta para compartir, muchas manos estrechadas, el POA, inquietudes, líneas de trabajo, información sobre los próximos eventos vicariales… La vigilia de Pentecostés a la amazónica, con danzas y una tremenda lluvia descolgándose. Y la Eucaristía del domingo repleta, el coro con competencia, el pueblo de Dios vibrante; presido y veo a personas que he conocido durante la semana en todos los ámbitos pastorales, en la mesa del Señor confluye todo, las esperanzas se suman, la ofrenda juntos es la más veraz y la más luminosa.

Muchos impactos me deja el periplo de estos días. El bien que se hace es inmenso; la Iglesia está comprometida desde hace décadas por mejorar la vida de estas poblaciones, acá donde el Estado se pone de perfil y no llega (educación, salud, servicios básicos). Admiro a los misioneros, su coraje, su creatividad, su determinación, su entrega; a pesar de que no tienen fácil coordinarse como equipo y vertebrar la acción en tantos frentes. Cuentan con laicos muy capaces, con trayectoria, formación, responsabilidad y posibilidades de liderazgo. Es una garantía de futuro.

Y, claro. Me quedo con el cariño, el reconocimiento, el agradecimiento que en todo momento he sentido, por parte de los misioneros y la gente, hacia el Vicariato, al que represento. Un orgullo y un gusto.

Con el equipo misionero, al final de la Eucaristía

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