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Chorrea el crisma y chorrea el sudor
De nuevo duermo poco, de nuevo amanezco en un cuarto sembrado de maletas sin cerrar, de nuevo llegó el momento de partir. Esta vez el periplo no se inicia en Mérida sino en Lima, y durará apenas hora y media hasta Iquitos, pero intuyo que es un viaje más grande y más profundo.
"Tu vida va a cambiar", me espetó Dominik en una conversa durante el curso de teología la semana pasada. Y desde entonces esas palabras sobrevuelan mi ánimo y matizan mis pensamientos. Ah ya, pero "¿es que no había cambiado bastante?". Parece que no. Porque ahorita se me abre un trecho del camino que es como una vuelta de tuerca en esta vida dentro de la vida que es tratar de seguir al Buen Pastor en Perú.
No es solo un traslado geográfico. Es un dejar atrás todo lo conocido hasta ahora y descalzarse la mente y el corazón. La selva creo que me exigirá dejarme formatear el disco duro, deponer criterios pastorales, ralentizar el ritmo de vida, someter palabras y ejercer el silencio, desechar inercias, relativizar modos de ver, de hacer y de ser... Un capítulo de esta aventura, sí, pero mucho más: un salir de mí para ir más adentro de lo que significa ser misionero, más adentro del querer de Dios, más adentro de la pobreza y la insignificancia.
Diosito me lleva, y eso me hace confiar en que lo que me aguarda será aún más hermoso que lo que dejo atrás. Si miro de reojo, tengo tanto que agradecer... Pero al mismo tiempo me pesa el reverso de mi cruz misionera que tengo acá delante, la cruda realidad de ser vasija de barro siempre a punto de quebrarse (2 Cor 4, 7).
Me marcho al Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, a vivir y trabajar en la entraña de la selva peruana... y tengo miedo. No se si seré capaz de ser otro más todavía, 3.0. Así que tal vez sea bueno traer aquellos versos de García Calvo:
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa.
(Por lo que pueda pasar).
Me despido, pues, de momento. Confieso que he considerado seriamente dejar mi blog (demasiado protagonista quizás...), pero un par de mensajes refrescantes me han alentado a continuar. Intentaré seguir contando trozos de vida, aunque disculpen si alguna semana falto a la cita por las limitaciones de conexión que sin duda habrá en el Amazonas.
Los días atrás he aprendido que el evangelio de Mateo empieza igual que acaba: Dios se llama "Dios-con-nosotros" y Jesús está siempre "con nosotros". Menos mal. Voy a necesitar la mejor compañía. Porque esta travesía es la más rotunda y penetrante; tal vez la definitiva. El gran viaje es hoy.
César L. Caro
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