Alma campesina

El campesino escucha los sollozos de la hierba, del bosque, de la verde melena de los sauces y teme, presa de aflicción, de amor y de miedo, el canto feroz de la tormenta. El campesino pule la tierra con el esmero que el armero pule el acero y lo espera todo con la inquietud del peregrino a las puertas del santuario, del alcohólico a las puertas de la taberna. Las nubes son para el campesino un alfabeto de banderas clavadas en los muros del cielo. Su unión con la tierra, tachonada de historias que en otras épocas pasaron, es tan intima que se encandila con ella como el adolescente con su amada. Hay en la vida rural un signo misterioso grabado en el fondo de su sangre que se expande en mil fulgores solo percibidos por quien sabe leerlos en su rostro, en su mirada, y oírlos en su conversación; percibidos solo por quien sabe escuchar su corazón cansado y respeta y ama las estructuras secretas de su alma.

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