“No hay nada más horrible que despertarse y sentir que, a su alrededor, la gente ha perdido el sendero de la memoria y ha dejado de apreciar sus costumbres. Las cabras siguen buscando los riscos, los pájaros siguen volando sin desviarse de su rumbo, los niños siguen jugando y los abuelos contando historias y leyendas pero la novedad es para muchos, solo por ser novedad, garantía de éxito y lo viejo, solo por ser viejo, pasado de moda. Por eso, muchos viejos, por ese recogimiento que imponen los cambios de costumbres, salen poco y cuando salen no se dejan notar ni se hacen sentir. El mundo es una fábrica de sueños y de creación inagotable pero también es para muchos un charco de hastío profundo y denso. Siempre somos demasiado jóvenes para saber que nada es bueno solo por ser nuevo y demasiado viejos para admitir que lo de siempre puede haberse vuelto viejo e inservible: El problema no es lo que vemos sino los ojos con que lo miramos. Si nuestros ojos son charcos de agua fétida no podremos ver más que basura”, me dijo y se fue.