¿Dios?

En lo más alto de A Aguioncha, el alma, acompañada por la absoluta soledad, liberada del peso de todas las cosas y del agarrotamiento de toda necesidad, envuelta por lo inefable, tiembla y está confusa, angustiada y anonadada por la inmensidad de lo desconocido. Al mismo tiempo que se siente vacía, abandonada, desamparada sin necesidad de protección, siente una plenitud rebosante. Sin escuchar ni mirar, bajé sintiendo, el zumbido de las abejas, el susurro del viento, el gemido de los árboles, y viendo las piedras, los torrentes, los pájaros, las nubes, como una sinfonía de ternura y delicadeza que me llevaban al otro lado de todo, a lo innombrable, ¿a Dios?

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