Esquivo su somra y detesto su poder

El aferramiento a lo perecedero de los que han perdido la fe en lo eterno es lastimoso, la astucia que convierte en un festín el número de muertos es vomitiva, los sermones   que aprovechan las plagas para impartir doctrina ofenden la inteligencia. Dudar de los dogmas es de mentes lúcidas, el amor de los que aman y lo dicen es admirable, la capacidad de volar de los que dan rienda suelta a su imaginación es fantástica, el dolor de los que lloran y gimen ante situaciones que purgan nuestro interior por vías tortuosas es terrible. La ingenuidad y franqueza con que caminan hacia el mañana los simples de corazón y los grandes sabios, casi siempre sencillos y un poco tontos, son enternecedoras. Por encima de todo, es increíble el griterío crudo y rudo de los que, con palabras vacías de sentido, desmienten hoy lo que afirmaron ayer para mañana volver a afirmarlo lo que desmienten hoy. De todos ellos la sombra esquiva y el poder detesto.

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