Nos prohíben y nos ordenan sin saber de qué se trata porque hacen las normas para nosotros sin venir por aquí, y cuando vamos a sus despachos nos mandan callar porque “usted no sabe de qué habla”. A los viejos, para encerrarlos a todos en residencias o asilos, no les permiten cultivar cien kilos de patatas porque para matar los escarabajos que se las comen les exigen un carné de manipulador de venenos y si les sobra una docena de huevos de las tres gallinas tienen que romperlos porque no pueden venderlos. A los jóvenes los echan porque, a los tienen explotaciones, los fríen a impuestos, hay que pagar impuestos hasta por la caseta del perro y la chabola de las gallinas, y les arrebatan los productos a precios irrisorios. Al mismo tiempo que nos echan y nos asfixian nos dicen que están preocupados por la despoblación del mundo rural. La gente chistosa, en radio y televisión, se mofan de nuestra manera de ser y de hablar. “Cuando parece que nos alaban nos están tomando el pelo. Muchos nos consideran de baja condición”, dijo alguien jugando a las cartas. Pd. Hablo de los campesinos, no de los industriales del campo