Hambre espiritual

De los inquietos buscadores que, para llenar el vacío  existencia que lo invade todo, para saciar su hambre de lo otro, hacen el Camino de Santiago, leen libros de espiritualidad, estudian la vida de Jesús, hacen meditación, haciendo uso de su aliento inspirador  pautan canciones a Dios, algunos lo hacen dentro de la Iglesia pero otros muchos buscan una vida interior,  una vivencia existencial, una relación con lo sagrado, con el misterio, con lo otro, desligados de las instituciones,  de  sus dogmas, de sus ritos y de sus ceremonias, y no necesitan una separación espacial ni participar en ritos colectivos para cultivar su vida interior. Muchos practicantes tradicionales de alguna de las religiones consideran ateos o agnósticos a estos nuevos “religiosos”, pero, aunque muchas de estas personas ofrezcan una manera de vivir su acecinamiento a lo sagrado, a lo espiritual, a la religión, sea muy diferente de la católica, u otras religiones, su vida nada tiene que ver con la indiferencia religiosa y, menos aún, con la increencia. Respetan las diferentes experiencias y no aceptan lo nuevo por ser nuevo ni detestan lo tradicional por ser tradicional.

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