Himno silencioso de gratitud

Sin duda ninguna, “donde hay peligro crece también lo que nos salva”, escribió Hölderling. Los que hoy están recluidos, en su imaginación sueñan con la clara y deslumbradora felicidad de un día merendando a la sombra camino del mar, ven la colina coronada de nieve y el arroyo brincar entre las peñas, con los brazos abiertos esperan para beberse un chaparrón que bañe todo lo que ven, quisieran ojos de águila para poder ver de un golpe la belleza de la ladera, del valle y de los árboles que nunca le llamaron la atención de su camino de siempre, quisieran tener el oído del lobo para escuchar al mismo tiempo todos los pájaros de la primavera y el olfato del perro para oler todas las flores y de la cocina de la abuela, sienten como sus cuerpos y su aliento se expanden en abrazos que tienen guardados para abrazar el mundo y todo lo que contiene, ven caer como rayos los antiguos límites que les impedían disfrutar de la vida y en sus corazones nace un canto y brota un himno silencioso de gratitud al mundo que aún no ha llegado pero que ya es.Y sienten que su corazón va a ser demasiado pequeño para tanto gozo y tendrán que expresarse con gestos y garatusas porque les faltarán palabras y nombres.  El cantor que lleva cada uno en su alma no dejará de cantar.

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