Huesos de antepasados

Llueve con ganas, llueve como llovió siempre, sobre a tierra reseca. Por momentos, llueve con furia, entonces una cortina de gotas como pedradas no deja distinguir con nitidez casi nada.  La lluvia borra la cresta del monte y la línea del horizonte. Las gotas al resbalar por los cristales nos miran con descaro. Llegan truenos retumbando y arrastrándose por los nubarrones que caen en pedazos sobre el valle de Fontercada. Las nubes han pasado, la bóveda el cielo se deja ven, aquí y allá, profundamente seca y azulada. Los pensamientos, penetrados por el aroma de la tierra húmeda y cálida, brotan como huesos de antepasados. El agua que corre por los caminos deja la memoria en carne viva. El valle parece un santuario solitario y olvidado, visitado solo el día de la patrona. Al car el sol, los romeros se van las velas se apagan, se apagan también las alas de los ángeles que esperarán apagadas un año nuevo. Dia propicio para mirar lo que ven los ciegos, lo claro de la oscuridad.

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