Humilde religión

Desde la falda del Cebreiro se ve subir con trazo desdibujado las columnas de humo, senderos de memoria, entre los fríos rayos de un sol angustioso. El fuego de la chimenea nos mira y se disculpa por no parecerse al sol agonizando sobre el mar de aquel día cuando regresábamos de la excursión a las Cíes. Antaño, a estas horas se oía el son de las campanas, voces sabias, como río cristalino, arañando la falda del monte para hacer saltar de alegría, religión humilde, el corazón de los pastores. Ahora su recuerdo llena esta hora de reconciliación, arranca del alma sueños sepultadas y borra los olvidos del tiempo. La tarde pasa vagarosamente sin que pase nada. Solo rompen la quietud y el silencio absolutos unos golpes inquietantes de martillo que clava una punta sobre una tabla desprendida en el suelo del viejo salón  y los gemidos secretos del viento.

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