Irremediablemente

Desde las cinco de la tarde, el silencio lo envuelve todo en una tristeza de muerte, como si sobre la faz de la tierra no quedara ni un hálito de vida y el mundo fuera la habitación de un muerto, un pozo habitado solo por el misterio. Hasta que canta un gallo, centinela del alba, no se sabe dónde ni de quién, y la luz indecisa del amanecer comienza a dibujar las cosas, el silencio lo traga y devora todo y todo cae en un abismo sin eco. "El tiempo, irremediablemente, se lo lleva todo. La gente hasta se acostumbra a un domingo sin campanas y sin misa. No quiero imaginar lo que pudo haber sido,  no fue y no será jamás”, me dijo

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