¡Maravillosa inocencia!

“Corre, corre, cariño”, me grito. Corrí corrí y caí rendida en sus brazos: “qué pasa abuela? Un toro se escapó y anda por aquí cerca”, respondió. Yo venía de la escuela. En aquel tiempo, a esas horas daban toros por la televisión. Ella había entendido que un toro se había escapado, por lo tanto, por allí debía de andar suelto. Otro día, cuando entré en casa después de estar jugando con las amigas a la salida de la escuela, la abuela estaba echando pedacitos de pan y gotas de vino por detrás de aquel grueso aparato. ¿Qué haces abuela? Cuando esta gente que lleva ahí toda la tarde se retira aquí detrás a descansar un poco tendrá ganas de llevarse un bocado a la boca y de mojar la garganta. ¡Qué maravillosa inocencia!, exclamamos todos mientras nos retorcíamos de risa. ¡La echo tanto de menos!, concluyó la nieta.

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