Mil pesadumbres

“Cuando ellos se fueron rompió en llanto y la desbordaron sus rudos sollozos, huellas de mil pesadumbres. Desde entonces vive sin deseos, abismada en sus nombres que guarda en secreto, confiada a lo que venga como un indigente, no pregunta nada ni le sorprenden las noticias ni escucha las palabras de aliento. Cuando recuerdo su amplia mirada, sus pasos gigantes y sus arranques como ráfagas fieras de viento, los movimientos de sus brazos como ramas de árboles cuajadas de fruto, con ansias como caballos encabritados e indomable energía doblando su cuerpo y batiendo con estruendo la ropa en el río y dejando al caminar  una estela brillante diseñada por su cabeza como una excelsa montaña, y ahora la veo arrastrándose por las sombras como un muerto insepulto sin posar sus ojos en nada,  me pregunto: ¿Qué es la vida?”, me dijo en el atrio, a la salida de misa,  dos días después de que se hubieran ido sus hijos, los nietos de ella.

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