Oceano inexpresable

Por senderos casi cerrados, dibujados sobre la luz cenicienta, tal vez llenos de recuerdos olvidados, raíces clavadas en lo hondo del miedo, que se miraban cara a cara, me interné en el bosque. Iba distraídamente echando un paso delante de otro, lejos de todo, sintiendo la vida pasar, como vemos un barco, viejas ilusiones, sumergirse en el horizonte. Una bandada de pájaros, que venían de por donde el barco de mis sueños había desaparecido, buscaba para guarecerse los recovecos que el sendero sorteaba. Cuando descendía del Cebreiro, el horizonte recortaba contra el cielo la rotundidez de A Aguioncha coronada por una absoluta soledad que trajo hasta mi una multitud de pensamientos e imágenes de playas cabalgadas por un tropel de olas que parecían caballos blancos que aparecían y desaparecían en la niebla. Cuando iba llegando a Loureses, las voces que vomitaba la ventana del bar me arrastraron dentro. En la televisión alguien buscaba en el tarot los signos del futuro, océano inexpresable, que se abre paso “abrazado al pasado”.

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