Plenitud

Se alejaron los coches ruidosos de los jóvenes, insensatos y bondadosos; los viejos descansan, protegidos por el poder del olvido, de los alegres banquetes organizados por los nietos durante el verano, suenan lejanos los ladridos de perros y las esquilas, de vacas y corderos, perdidas en la falda del monte . Llegan los gruñidos de cerdos encerrados en granjas escondidas en los recovecos de la montaña. Las campanas, que corrían de lengua en lengua y conmovían lo más honde de las almas,  dedicadas a los errantes y a los muertos, han dejado de voltear. El atardecer llega con alma esperanzada, poco preocupado por los pocos que aquí aún son, por encima de las cumbres pedregosas del Cebreiro, imagen de la divina plenitud, hasta arrasar el valle y desaparecer. "Todo se escurre como el agua entre los dedos y todo se va pero la vida es soñar con todo ello”, dijo el viejo Pastor en el bar

Volver arriba