Queden fuera...

Cuando el pueblo, indefenso, desnudo, olvidado, atribulado, desamparado, siente que una sombra espesa desciende sobre él, le cerca y le oprime, el político envía a sus recaderos, quienes con pasión persuasiva envuelta en compasión y ternura y con mascara de sonrisa que anula todas las sonrisas, casi logran adormecer al pueblo. Pero, entonces, el pueblo se asoma al tiempo y ve entre las nubes la muerte que le espera detrás de la esquina con los ojos abiertos, y se dice: A llegado la hora de despertar y de dejar atrás la inocencia y la nostalgia, de que la esperanza y la ilusión calcinen la angustia y los rencores, de que las gotas se mezclen con las gotas antes de que el mar se encrespe y las confunda, y de que queden fuera los que, mientras el virus buscaba, encontraba y abría puertas, teniendo obligación de vigilar, dormían a pierna suelta esperando salir indemnes de una situación de muerte

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