Remedios eficaces

Mis primeros recuerdos de la casa del abuelo se confunden con las vacas, las ovejas, los perros, los gatos, los conejos y las gallinas que estaban en las cuadras y pululaban por el patio. Los perros, los gatos y las gallinas subían las escaleras y entraban hasta la cocina y los niños nos acostábamos en la barriga de los mastines con los gatos en brazos. Mientras el abuelo o la abuela ordeñaban, los niños bebíamos por el jarro la leche caliente y espumosa. Cuando ahora vuelvo por las aldeas que antaño he visitado, si entonces había poca gente, ahora hay mucha menos. En la mayoría de las parroquias ya no hay quien toque ni a difunto las campanas y dentro de poco no habrá por quien tocarlas. Los remedios han sido eficaces. No hizo falta nada, bastó con dejarlos morir de muerte natural. Cuando las verdades son amargas, ardientes como brasas, cuanto mejor se conozcan más fácil es enterrarlas en las tinieblas del corazón. Pd. Sacado de mis cuadernos de campo

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