No se les oye hablar de felicidad, pero se les sale muchas veces por los ojos en forma de lágrimas; ni de proyecto de vida ni de su significado, pero viven como si supieran que la vida es ir hacia algún sitio. Para esclarecer el ahora dan y dan vueltas al ayer porque saben que el presente tiene su origen en el pasado, que el futuro es fruto del presente, que el tiempo suaviza la virtud y el hábito, y que todo lo que pasa se va a diluirse porque la memoria es un dibujo borroso, una mendiga que va mendigando de puerta en puerta que, con frecuencia, en las encrucijadas del camino, se confunde. Los más viejos que ellos viejos son un idioma sin palabras que cuenta los trabajos y los sudores del tiempo pasado. De su mirada espontánea y abierta sobre lo que pasa, del dar un significado, no borrarlo, al dolor con un horizonte de esperanza ¿en qué? y del conocer sin saber que las preocupaciones son ladrones, nace su serenidad.