¡Uff!

La niebla, como un muro que no me dejaba sentir las caricias del viento, apretaba los dientes, acunaba la soledad, envolvía intacta el alba, convertía la esperanza al tamaño de un dedal, me reducía la confianza en mis fuerzas y había corroído mi memoria hasta olvidar el sendero por donde había ascendido hasta lo más alto desde donde contempla el mudo como un abismo. Estaba a punto de decidir quedarme allí hasta que la vida, como un puñado de agua, se agotara gota a gota cuando una lluvia como de rayos de sol llegó hasta mi por la ventana y me despertó. Entonces alguien me peguntó: ¿Qué tal? ¡Ufff! Mas tarde salí a ver lo que pasaba y me di cuenta de que pasaba lo que había soñado

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