Vidas mínimas

A pesar de que de madrugada, la tempestad trató de desgarrar los árboles y la niebla se tragó el mundo,  la inquietud llamó inútilmente a puerta de mi cabaña. La aurora señaló las coas que el atardecer borraría para sembrar la confusión.  En una tarde como ésta la única cosa que pasa es el tiempo que se reconcilia con el tiempo. El sol, la tormenta, la lluvia son los que marcan las horas. Aquí nadie considera a los perros como juguetes sino como animales, ni los árboles como adornos ni la tierra como su finca. El Cebreiro es el horizonte al que nos asomamos para echar una mirada sobre lo que hay más allá en otro mundo. Vivir aquí es una filosofía de una manera entender el mundo. Aquí, en donde la virginidad del tiempo es un tesoro, habitar el silencio un privilegio y mi soledad y a de la naturaleza conviven, el aburrimiento no es más que una compañía pasada de moda y la nostalgia un lamento por lo que ya ha pasado. Vivir aquí es un suceder de cosas pequeñas que hacen grandes vidas mínimas.

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