¿Por qué, abuelo?

“Los nietos nos miran como a seres sin inquietudes; para ellos vamos, venimos, estamos aquí, jugamos, hablamos y cuando ocurren inconvenientes, dificultades, todo se debe a cosas fáciles de resolver. Nos exploran, nos tientan, nos chantajean; no se dan cuenta que hay hechos consumados, cosas que no pueden cambiar. Piensan que todo se puede si se quiere, que todo es fácil, inteligible. No admiten equívocos. La vida aún no los ha laminado. Tal vez seamos más comprensivos con ellos que sus padres porque sabemos que les llegará hora que nosotros ya hemos vivido. Hay amores en la vida tan evidentes y enormes que no tienen necesidad ni de declaración ni de respuesta, se imponen y se instalan en el ser, hacen parte de la vida como la misma naturaleza y lo que ahora, entonces y antes le pasa, estaba ahí desde la eternidad. Muchos de nosotros damos a los nietos lo que no hemos dado a los hijos porque no tuvimos tiempo, porque no sabíamos lo que es esencial en la vida. El tiempo para ellos no pasa para para nosotros vuela y tratamos de atraparlo en su mirada, en sus movimientos, en sus preguntas. Tal vez sean los únicos que comprenden el misterio del hombre. Los mayores hemos convertido la vida en leyes y deberes; para ellos es un ¿por qué?”. Entre los abuelos con los que he charlado no había ninguno que tuviera algún título equivalente al actual graduado escolar.
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