La angustia

El paro, la inflación, la parálisis de las instituciones democráticas, llevan consigo la disolución del orden tradicional y sus valores y el individuo deja de jugar función social alguna y se percibe a sí mismo como una brizna en un mundo de “banderas desdibujadas”, sin sustancia (Ortega), que tiene como fundamento lo que no es fundamento sino un abismo: la mentira que utiliza las experiencias, las impresiones, los sentimientos, los deseos y las obsesiones de aquellos que quiere manipular. El intento de muchos gobernantes, para reencantar un mundo desencantado (M. Weber), es hacer verdaderas una serie de ocurrencias del partido que se hace una idea del mundo e intentan configurar el mundo su imaginación o locura; a veces mentes en los que se concentran los aspectos sombríos de la imaginación social, demoníacas (Goethe), que logran socializar su locura y su imaginación. Cuando llega el mundo real, como en este momento, el ciudadano se desilusiona y odia la sociedad porque no encuentra su puesto. Pero el individuo es responsable de su obediencia (H. Arendt).

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