¡Qué echas de menos?

No creo en Dios pero lo busco, me dijo. Le repliqué: Si lo buscas es porque lo echas de menos. No sé si lo echo de menos, dijo. Y continuo:  Siento su ausencia. ¡Ahhh!, exclame. Lo importante no es la ausencia sino la esencia de lo ausente. ¿Tú crees?, me preguntó. Creo que creo y quiero creer.  Se quedó pensando y comentó: Cuando lo eterno se confunde con lo temporal, lo eterno de la herencia cristiana se queda en nada, pura palabrería. Tal vez una cierta aproximación sociológica a la realidad social, pero nada más.  ¡Dios mío!, exclamé. Dios no es un objeto que se pueda manosear ni un concepto filosófico pero los humanos,  para hablar de él, tienen que hacerlo a la manera humana, con palabras. 

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