¿Él, ela, quiénes?

Tatuado de eslóganes, empecinado, temerario, vive en su mundo y transita del fervor al pasmo y del amor al odio sin problemas de continuidad. Su conducta asombra a todos, pero a él nada lo asombra, nada le espanta. Con palabras y mentiras incandescentes, pactos y promesas huecas, inventa valores para abrir créditos en corazones simples gritando nostalgias y bondades de paleontólogo y soltando globos de aire, hace trizas el tiempo, desgarra los sueños, despilfarra el universo y seca el manantial. Sus delirios, a veces parecidos a la cordura, embrujan, agotan y siegan voluntades. Para guarnecerse y salvarse tiende la mano a todo el que pasa. Envuelto en una falsa humildad, tiene olfato e intuición para resucitar mitos cautivantes que siembran una esperanza que adormece la rabia y el furor y remienda con zurcidos invisibles el maltrecho presente. Su ilusión es implantar un confortable vacío que vende como la infancia de un mundo nuevo. Después quemar las naves para que nadie caiga en la tentación de volverse.

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