Una felicidad cochambrosa

Mientras tomábamos café, en la mesa contigua a la mía oí hablar  de ególatras, trúhanes, “buena parte de ellos lo único que han hecho en su vida es conspirar, escudriñar estrategias contra el adversario”. ¿De qué grupo de gente habláis?, les pregunté. “De los políticos. Por suerte, no de todos. Nos quieren a todos de rodillas, requieren de los ciudadanos consagración y vasallaje, que los sigan atados como los perros de las ciudades. Pero en este caso son los perros los que recogen las cacas de los señores”, concluyó uno. La política es una bufonada, un escaparate de trivialidad, de promesas de una felicidad cochambrosa y mendicante. Para torcerse de risa si no nos estuvieran tomando el pelo. “La gente está harta y cualquier día puede hacer cualquier cosa inesperada”, dijo. Espero que la profecía no se cumpla

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