La fugacidad de las cosass

“En una tarde como ésta, los ojos del alma oyen el silencio y la calma del mundo, y ven el brillo y las tinieblas que envuelven a Dios enterrado en la nieve, ven en la blancura del sendero el lado umbrío de las cosas y los rayos del sol. En las huellas vacías de los bichos del monte, notas de música muda en la nieve, se escucha la voz de los que se han ido. Uno se sentí un eslabón en la cadena humana, fuera de si mismo, fundido con la armonía muda del mundo, totalmente desamparado al tiempo que enraizado como un roble centenario en el seno de la plenitud. Como si las esclusas del tiempo se hubieran abierto para llegar a lo que está detrás de la sonrisa de Daniel del pórtico de la Gloria”. Ya de pie para irse, me susurró con la voz entrecortada: “Nada más duradero, nada más quebradizo que correr detrás de una estrella fugaz, dulce peregrinación”.

Volver arriba