Me dijo alguien que vino a pasar unos días después de veinte años de haberse ido: ¡Cuántas historias detrás del eco silencioso en el fondo de esos ojos chispeantes de las fotografías que parecen pinturas dibujadas por el sol sobre las paredes descascarilladas! Sentado en el escaño, el recuerdo de las llamas del hogar son el retrato de lo que fueron todos aquello años, llenos del asombro y los chillidos de los niños escondiéndose en los muebles en los que ahora anidan los ratones. Este viejo caserón es un laberinto devastado que alberga las hojas sueltas del libro descosido de ¡tantas vidas! Cada uno de sus rendijas es una herida por donde sangra la memoria. Al salir siento que un tropel de espectros me acecha y me susurra: dentro de poco tiempo, alguien hará una casa nueva con estas piedras viejas llenas de historia que nadie volverá a contar. Recordando al poeta, le dije: “La vida son momentos hermosos que consume el recuerdo en noches sin memoria”.