No sé lo que hago ni lo que debería hacer

Me dijo: “Mi vida de perdulario ha cambiado desde aquella tarde que, escapando de la policía, encontré a Jesús en aquella pequeña y oscura capilla.  La fe en el Hijo del Hombre exige al creyente amor a los pobres, marginados, excluidos.  A unos la fe en él les lleva a entregar su vida como misioneros, a otros a pasar la vida contemplando la gloria del Padre, gloria que yo espero disfrutar en la otra vida; a otros a integrarse en formaciones, de izquierdas o de derechas, que luchan políticamente por la justicia social y la igualdad entre todos. Conozco industriales, millonarios y no millonarios, que dan dinero para obras sociales y viven como cualquiera de sus obreros. Hubo creyentes que, impulsados por su fe, se enrolaron en movimientos guerrilleros. Yo dedico algunas de mis horas libres a acompañar a viejos solos, y a charlar con prostitutas, drogadictos y mendigos y durante muchas horas no sé lo que hago ni lo que debería hacer.  Estos días los dedico a asistir a los oficios y a la meditación sobre la vida de Jesús. Cada uno es cada, tiene sus cadaunadas y su manera realizar el amor a los demás que la fe en Cristo exige”.

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