A raíz del millón largo de niños extranjeros que inician el nuevo curso en las escuelas españolas, los medios y las tertulias populares se plantean el problema de la natalidad de niños, hijos de padres españoles. Que las españolas, en general las mujeres europeas, tengan pocos hijos no se debe principalmente al a situación económica sino a un estilo de la vida al que habría que renunciar de tener más niños, de los que tienen, a no ser que vayas con ellos por el mundo como iban los gitanos antiguos (no los de hoy) con los suyos, en carromato y a la que salga”. De hecho, en toda Europa, cuando en las barriadas populares de Londres, Paris y Madrid las familias eran numerosísimas, las clases adineradas, haciendo caso omiso las recomendaciones de la “Humanae vitae” del papa Pablo VI, ya habían reducido drásticamente el número de hijos y, aún hoy, menos algunos miembros de una institución religiosa, disfrutando de un estatus económico más que boyante (gente que tiene que pararse a pensar en qué puede gastar el dinero), no son las que están remediando el problema demográfico.