El mundo en el rostro del otro

“Los niños descubren el mundo por el juego. De adultos decimos que renunciamos a él por prudencia, por sabiduría, por madurez. Yo creo que por miedo a descubrir otros mundos. A pesar de haber hecho una carrera que me gusta, siento una cierta insatisfacción que me empuja a hacer algo que me pegue un revolcón espiritual. Crecí a la sombra de   la alegría del corazón de mis padres y colmado por todas las delicadezas de que fueron capaces. Una vida consolidada y acabada no puede ofrecer más que frutos menores. Lo que voy hacer seguramente tiene mucho de juego y puede llevarme a descubrir otros mundos o, al menos, algo nuevo de este mundo. Voy a lanzarme al Camino con la esperanza de ver el mundo en el rostro de los demás y mirarlo a través de sus ojos. Quiero dejar salir el niño que llevo dentro y que tuve, tengo, machacado, aplastado. El fracaso no está previsto ni es necesario. Si ocurre, aunque doloroso, no es un desastre”, me dijo alguien.

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