¿Quién puede enseñarnos a pensar?

Me dijeron: “Es una lástima que se vaya perdiendo la costumbre de escribir cartas”. “¡Aquellas cartas que se esperaban durante días, quizás meses! Se leían, se relevan y uno no se atrevía a contestar por miedo a no haber entendido lo que querían decir”. “Cuando recibía una carta caliente la dejaba enfría dos días encima de la mesa. La contestación la dejaba otros dos días encima de la mesa para asegurarme de que lo que decía era lo que quería que supiera mi correspondiente”.  “Hoy tal vez se escribe más que nunca, pero cosas sin sustancia”. Excursos: Durante los días previos a la Navidad nos han atiborrado con recetas de especialistas sobre lo que debíamos comer y beber. Ahora, para que consumamos las recetas de especialistas en adelgazamiento, tratan de culpabilizarnos por haber comido lo que nos habían recomendado. “Ni partidos ni iglesias ni sectas tratan de enseñarnos a pensar sino de imponernos su pensamiento”, decían en el bar.

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