El silencio de la soledad

Estos días, los leñadores preparan la leña para el próximo invierno. Ante el hacha y la sierra, el llanto de los bosques es una melodía airada, intensa y melancólica pero inútil contra el tiempo. Los árboles que siguen en pie se inclinan cuando oyen el crujido mortal de un tronco amigo, y su canto azaroso e impreciso enmudece. Una tarde de domingo, todo parece un paisaje de sueños vagos e imprecisos, una columna de humo que se eleva y se dispersa allá lejos es lo único que ocurre. La casa, pobre como la pobreza caliente de un establo, parece un tabernáculo lleno de ecos y resonancias, pero por las rendijas entran y salen grandes y pequeños pensamientos que en la soledad del silencio pueden convertirse en noticias que barren los deseos.
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