Vivió conmigo en Alemania a donde se había marchado para poder pagar los estudios a su hijo que había dejado con los abuelos. Venía todos años a pasar el mes de agosto con su hijo y con sus padres. Su mujer se había matado en un accidente de coche siendo su hijo un bebé. El joven estudio terminó sus estudios, trabaja en un celebre estudio de arquitectos, vive en un confortable y vistoso piso que su padre le ayudó a comprar, va de vez en cuando a visitar a los abuelos y también a su padre que no conoce a su nuera. “Padre, compréndelo. Siempre has vivido lejos de mí. Los abuelos han ocupado tu plaza”. ¿Y tú qué le dices? ¿Qué quieres que le diga? Le di muchas vueltas a aquello que un día me dijiste sin decir de qué o de quién se trataba y, por fin, creo haber descubierto su secreto, pero quiero que me lo confirmes, si quieres: “¿Cuando las fuerzas se agotan como un sueño inacabado, su recuerdo ilumina mi rostro, y, como un milagro, como un insólito misterio, renace la esperanza?” ¡Claro! Has acertado