El tiempo

Creció impulsado hacia el cielo, después lleno el mundo. El hombre creyó que era eterno, años y siglos habían pasado por él como agua de lluvia, como escrito sobre el mar. Era la conciencia y la memoria de la comunidad, la presencia viva del pasado y el presentimiento del futuro, nuestra catedral románica y gótica, nuestro hogar y nuestra sombra. Cada generación había dejado en su tronco sus señas y rasguños. Su follaje guardaba nuestras lunas y nuestras estrellas, nuestras albas y nuestros atardecidas. Sus brazos nos fundían a generaciones sin termino en un abrazo desde su profundidad sin tiempo. En el bar, sentados a la sombra de la higuera en el patio, en el atrio de la iglesia a la entrada y salida de misa los que siempre están y los que van llegando comentan:

- El tiempo es un ladón. Se ha derrumbado o carocho da Tía Pilara.

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