Un sábado de agosto en Vigo, se reunieron hombres de letras, empresarios, sacerdotes, en total 43, para reconocerse y recordar. Salvo algunos, no se veían entre ellos hacía más de 60 años. “¿José? ¿Luís? “¿Antonio” “No has cambiado nada” “No ha pasado el tiempo por ti” “Eres idéntico al de entonces. ¿Qué haces? ¿Dónde vives? Después de identificarse y dejarse embargar por las primeras impresiones, se sentaron en mesas de a 8. Algunos anduvieron volando de mesa en mesa para saludar e identificar a quienes no habían podido hacerlo a la llegada. Mientras compartían mesa y mantel recordaron aquellos tiempos en que todos eran uno, los castigos que algunos, o casi todos, habían recibido (¡eran tiempos sin contemplaciones!), las trastadas que habían hecho. Los músicos amenizaron la sobre mesa. “Hasta la próxima”. “Tenemos que hacer más cosas juntos” “Bueno bueno, mi futuro es el pasado” “Los he visto con más esperanza que tu” “La vida está toda por delante” “Hasta siempre”. Se fueron por donde había venido con la mochila de los recuerdos revuelta y ensopada de nostalgia.